La realidad onírica ―idea que de un inicio parece contradictoria― ha fascinado al ser humano desde siempre, lo mismo en su historia personal que en la colectiva. La biografía de una persona podría trazarse, también, por los sueños que la asaltan cuando duerme; y si fuera posible recolectar los sueños de decenas, cientos, miles o millones de personas que comparten una misma época y lugar, sin duda este tipo de exploración socio-onírica ofrecería otras claves para entender ese momento histórico.
Este interés por los sueños se ha manifestado, entre otros aspectos, en libros que buscan descifrarlos, reducirlos a un significado inteligible ya de vuelta en la vida diurna y consciente. Una de las creencias más remotas que sin embargo ha sobrevivido hasta nuestros días, es que lo sueños son un mensaje, y su dificultad simbólica se toma como prueba de ello. En efecto: ¿por qué si no los sueños son tan enigmáticos? ¿No es porque intentan decirnos algo?
En este sentido, el documento de codificación onírica más antiguo que se conserva es un papiro egipcio cuya antigüedad se data en el año 1275 antes de nuestra época, probablemente escrito durante el reinado de Ramsés II, de la Dinastía XIX.
El papiro comienza con un singo herético en la parte superior de una columna y sigue con la frase “si un hombre se ve a sí mismo en un sueño”; después, en líneas horizontales, se describen distintos sueños que al final se valoran como “bueno” o “malo”. El texto enlista primero los sueños buenos y en segundo lugar los malos. “Malo” está escrito en rojo, “el color del mal presagio”. Aquí un par de ejemplos:
Si un hombre se ve a sí mismo en un sueño mirando hacia una ventana, bueno; significa la escucha de su llanto.
Si un hombre se ve a sí mismo en un sueño con su cama en llamas, malo; significa que está alejando a su mujer.
Según especulan los historiadores, el papiro tuvo varios dueños antes de ser depositado en el cementerio de Deir el-Medina, donde fue encontrado. Uno de sus poseedores conocidos fue el escriba Qeniherkhepshef, quien al reverso copió un poema alusivo a la Batalla de Kadesh, en la que el ejército faraónico repelió a las tropas de los hititas. En buena medida fue gracias a esta transcripción que el documento pudo fecharse. A partir de entonces este se conservó en la familia del escriba durante más de un siglo. Actualmente se conserva en el Museo Británico.
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