“In dreams begin responsibilities.”
― W.B. Yeats
Pocas compañías más intrigantes a lo largo de la historia humana que el flujo de los sueños. Pendulares entre el día y la noche, pero ineludibles a nuestra conciencia. Nocturnamente protagónicos. Y portadores de información tan crucial como sensible. Lo anterior hace del factor onírico un pulso esencial para comprender la mente humana y, en particular, para acercarnos con éxito a la misión de conocernos a nosotros mismos. Pero ¿cómo transformar este etéreo coqueteo en una herramienta práctica para nutrir nuestra existencia?
Supongo que el primer paso es hacer conciencia sobre la importancia que tienen los sueños en nuestra vida reconocer su incidencia fáctica en nuestro desarrollo conciente y, sobretodo, su enorme relevancia informativa. Posteriormente resulta crucial recordar, en la mayor medida posible, lo que soñamos. Existen muchas personas que pocas veces recuerdan sus narrativas nocturnas. Para lograrlo, además de disponernos intencionalmente a ello, creo que también es bueno llevar una alimentación relativamente sana, y evitar el consumo exagerado de estimulantes, ya sea alcohol, marihuana o otros psicoactivos. Una vez que ponemos los sueños sobre la mesa de nuestra vida cotidiana, entonces podemos proceder a penetrar las mieles de esta familiarización.
En un plano neurológico y cognitivo, los sueños nos aportan múltiples beneficios, entre ellos ayudan a consolidar las memorias y a procesar información nueva. También incentivan la creatividad y han probado ser una herramienta fundamental para la solución de problemas (por cierto, la actividad más frecuente a la que dedicamos nuestra mente durante el día a día).
Tal vez las mayores virtudes de los sueños, desde la perspectiva del bienestar personal, tiene que ver con aspectos psicológicos, anímicos, y en general con nuestro desarrollo individual –tal vez a eso se refería el genial Yeats con la advertencia que cito al comienzo de este texto–. Si consideramos que el aforismo griego que invita “conócete a ti mismo” bien podría sintetizar nuestra respectiva misión en esta vida, entonces los sueños de convierten en una de las más preciadas herramientas existenciales que tenemos a nuestra disposición. A través de ellos, o mejor dicho de familiarizarnos con ellos, podemos comprender estados de ánimo aparentemente improbables, ubicar el origen de rasgos distintivos de nuestra personalidad –por ejemplo, nuestro miedo a una determinada situación o fenómeno–, y servirnos como guía al momento de tomar decisiones importantes a lo largo de nuestro camino personal.
Desde un punto terapéutico los sueños nos confrontan con nuestro lado oscuro, aquellos bits de información biográfica que decidimos sepultar en el inconsciente –y en la medida que seamos capaces de reconstruir la totalidad de esa auto-narrativa, según Lacan, entonces podremos liberarnos de traumas, temores, y otros ingredientes poco benéficos. Además, los sueños constituyen una especie de walkie-talkie entre nuestra conciencia individual y el colectivo imaginario, el acervo de arquetipos a partir del cual la realidad sociocultural, y quizá también metafísica, se desdobla.
En fin, espero haber incentivado tu interés para tratar de recordar y reflexionar en tus sueños. Honestamente creo que no hacerlo es un gran desperdicio a la hora de procurar el crecimiento personal, y en caso de no haberlo logrado, al menos te invito a cuestionarte, por pura diversión existencial, si en realidad estás despierto al momento de leer esto. ¿Tienes pruebas?
Para aquellos que les interese profundizar en el tema les recomiendo este “Recomendaciones para tener sueños lúcidos” así como esta selección bibliográfica en torno al arte de soñar.
Twitter del autor: @paradoxeparadis