La primera prueba clínica para probar los posibles efectos benéficos de los hongos alucinógenos se ha topado con un candado legal según la regulación británica y de la Unión Europea con respecto al uso de drogas en investigaciones científicas. A pesar de contar con luz verde y financiamiento para el proyecto, David Nutt (neuropsicofarmacólogo del Imperial College London y presidente de la Asociación Británica de Neurociencias) se encuentra atado de manos.
"Vivimos en un mundo de locura en términos de regulación de drogas", afirmó. Y es que aunque ha realizado experimentos previos con psilocibina (ingrediente activo en los hongos), la sustancia es ilegal en Inglaterra, además de estar clasificada como poseedora de alto potencial de abuso y no reconocida por tanto para fines médicos (esto bajo la Convención de Sustancias Psicotrópicas de las Naciones Unidas, regulación que data de 1971, tiempo en que la cultura popular se enteró de la existencia de los hongos en la era psicodélica y la promoción de la imagen de la chamana mazateca María Sabina, quien afirmaba curar a través de estos hongos.)
Nutt planea investigar los efectos de la psilocibina en el tratamiento de formas severas de depresión. Con este fin obtuvo un financiamiento de casi un millón de dólares para llevar a cabo su investigación, pero no contaba con que los científicos necesitan un permiso especial para utilizar psicoactivos en investigación, y las formas sintéticas de psilocibina están duramente controladas por las regulaciones de la Unión Europea.
"Encontrar compañías que puedan producir la sustancia y que estén preparadas para ir a través de los baches regulatorios para obtener el permiso, lo que puede tomar hasta un año y triplicar el precio, está siendo muy difícil", afirma Nutt. El científico dijo que las autoridades tienen un "actitud primitiva y conservadora" respecto al potencial de las sustancias catalogadas como peligrosas hace más de 30 años, dejando de lado el potencial médico que sólo una correcta investigación podría poner a disposición del público.
El experimento, de realizarse, consistiría en probar los efectos de una forma sintética de psilocibina en 60 pacientes con depresión crónica que no han visto resultados en al menos dos tratamientos previos. Los efectos de la psilocibina serán medidos contra un grupo de control de 30 personas a los que se les dará un placebo. En experimentos previos, Nutt encontró que la psilocibina atenuaba el funcionamiento de una zona del cerebro conocida como corteza cingular anterior, la cuál suele presentar alta actividad en gente con depresión.