En México el tema de la educación ha sido tratado con particular interés en las últimas semanas, resultado de las modificaciones constitucionales propuestas por el presidente Enrique Peña Nieto y aceptadas por el Congreso, en materia de evaluación de la calidad educativa. Sin embargo, y a pesar de que el tema de la reforma educativa esta en boga, para Doberti la discusión no debe de ser entorno a la reforma de la educación sino de su transformación.
¿Por qué la transformación de la escuela en América Latina? Doberti afirma que hay varios factores que vuelven esto fundamental para la escuela latinoamericana. Por un lado, la escuela, en su historia institucional en América Latina, hace demasiado tiempo que no ha tenido un cambio. En los últimos cien años casi todas las instituciones han cambiando menos la escuela. La escuela mantiene su estructura histórica y parece ser el “reducto social de la no transformación”. La escuela piensa que su función social es la conservación, incluso la conservación moral. El otro elemento que complementa el problema y que genera un gran estrés en las escuelas es la evaluación mundial PISA, la cual pone a toda América Latina en el mismo rango y con evaluaciones muy bajas.
"¿Por qué estamos tan hermanados con el fracaso?", se pregunta Doberti.
El diseño institucional de la escuela tiene un desfase estructural entre aquello que entendemos es educar y lo que PISA considera educar y solicita que sea la educación del siglo XXI. El paradigma escolar en América Latina apunta para un lado y PISA para el otro. Esto significa que aunque lo tratemos de mejorar, nunca llegaremos a los criterios definidos por PISA. En otras palabras no se trata de optimizar la escuela, sino de redefinirla.
Redefinir la escuela es lo que UNO ha ido construyendo a través de modelos alternativos. Bajo el principio de la conceptualización misma de la transformación, el modelo UNO se preguntó de qué manera hago que el profesor, la familia y el niño acompañen esa transformación. ¿Cómo cambiamos los patrones de conducta y manejamos la angustia de la escuela por el cambio? ¿Cómo cambio la auto-percepción de la escuela? El temor de la escuela al cambio genera una angustia institucional. Ese cambio tiene aspectos sociales, psicológicos e institucionales
¿Hacia dónde cambiamos? En primer lugar, dice Doberti, pasar del positivismo al constructivismo. Pasar de “una epistemología que supone la estructura del conocimiento y la verdad como una verdad establecida, fija e inmaculada y la escuela como un aparato más o menos eficiente de transmisión de ese sistema de saber” a un sistema constructivista que supone lo contrario: “la escuela como aparato productor de conocimiento [...], y no hay manera de asimilar conocimiento sin producirlo, es decir, apropiarse de él”. El conocimiento es una consecuencia. El niño esta ahí, en la escuela, para producir conocimiento, eso es aprendizaje. Pasar de la información a la formación.
La escuela no es un aparato eficiente para transmitir información. La institución debe de ser un aparato eficiente para gestionar la información: ordenarla, clasificarla, ponderarla y criticarla.
La docencia debe de pasar de la pasividad a la actividad. Hacer del niño alguien capaz de realizar acciones en la producción de conocimiento. El niño debe de crear, proponer, argumentar y decidir. El estudiante tiene que aprender a proponer, apropiarse, re-escribir, producir. Para Doberti es esencial sacar de la escuela el Tótem del saber. El docente juega aquí un papel esencial: no esta ahí para hablar, sino para incentivar la conversación.
El niño tiene que aprender a problematizar lo que tiene sentido dentro de su realidad o que toca a su realidad. El proceso de exploración es el proceso de resolución de un problema que le acusa. El arte de la enseñanza es guiar en la construcción del problema, pero generalmente los profesores no son formados para problematizar. Desarrollar competencias es pues una parte esencial de la educación.
Si bien en América Latina han existido intentos de transformación del sistema educativo (Montessori, Waldorf, Freire), la institución es muy inteligente en su resistencia. Cuando hay lineas inquietantes el sistema les da el carácter de experimental como un mecanismo o válvula de escape. No hemos salido de la lógica de que siempre “la innovación es experimental”. Esto ha ocurrido con lo digital. La escuela como está hoy construida no resiste el tránsito hacia lo digital. Pero ante esa amenaza la escuela se cierra. No niega rechazando, “niega encapsulando”, es decir, la escuela crea el laboratorio o el taller de computación pero no lo integra al proceso educativo.
Hoy en día se hace una pregunta retórica o neurótica: ¿Será útil lo digital para la escuela? Un absurdo, ya que esto es algo dado: está ahí. La institución cree gobernar un proceso que se ha desbordado, vive la ilusión que aún puede decidir cuándo se digitaliza su entorno, cuando en realidad lo digital esta ya por debajo de los escritorios del salón de clase.
La falta de la integración de lo digital en los colegios es un síntoma del fracaso de la educación y ahí interviene el sistema UNO. El sistema UNO crea conciencia (crea una crisis) de que una cosa no está completa en la escuela: lo digital. Para UNO lo digital es una especie de caballo de Troya y utiliza el iPad como este agente de transformación que se inserta en el salón de clase. Cuando el iPad llega al salón de clase y se enciende, ya no cumple la función del papel, es mucho más incisivo: el niño dialoga, interactúa con el iPad. A diferencia de la Televisión que pasivisa, el iPad activa.
Lo digital trae consigo dos ejes de transformación muy poderosos, uno el ético y otro el epistemológico. En lo ético transforma conductas, activa la creación, la discusión, la participación. En lo epistemológico, lo digital rompe con el monopolio de la verdad. Es el fin del acervo fijo del saber y con ello el maestro deja de tener el monopolio del saber. El conocimiento se consume y se produce en el salón de clase.
En este enlace, el sitio de UNO Internacional.
Twitter del entrevistador: @juanmortega