Todos hemos oído algunos mitos que rodean el sueño de los sonámbulos, por ejemplo que despertarlos puede matarlos, causarles un infarto o dejarlos en coma. Este mito viene de la antigua creencia que define que al dormir nuestra alma escapa de nuestro cuerpo, por lo que despertar a un sonámbulo lo dejaría en un estado de muerto-viviente, un cuerpo sin alma.
Dejando a un lado el misticismo que rodea a los sonámbulos, resulta que el padecimiento es bastante común. Aproximadamente el 19% de la población sufre de este padecimiento conocido formalmente como parasomnia, y es más común en niños y adolescentes. Un niño que desarrolla sonambulismo antes de los nueve años de edad probablemente lo superará en su adolescencia, mientras que alguien que lo desarrolla después de los nueve años seguramente tendrá que lidiar con la condición toda su vida.
Mientras que varios estudios han probado que despertar a un sonámbulo realmente no es dañino, también se ha probado que hacerlo no es ideal –ni para el sonámbulo, ni el despertante–, ya que despertar a alguien de un sueño tan profundo puede hacer que la persona reaccione agresivamente.
El sonambulismo generalmente ocurre en la tercera etapa de movimiento no-rápido ocular del sueño, también conocido como sueño de ondas lentas, un estado muy profundo del sueño. Despertar de un sueño de la tercera etapa es posible, pero podría llevar a lo que científicos del sueño llaman “inercia del sueño”, una especie de discapacidad cognitiva por alrededor de media hora. Expertos del sueño notan que despertar a una persona sonámbula podría causarles confusión, angustia y agitación, por lo que podrían (sin querer) golpear a la persona que los despierta.
En vez de despertar a un sonámbulo, podrían seguir la recomendación del Centro de Desordenes del Sueño de la Universidad de Nueva York, que sugiere llevar a los sonámbulos gentilmente hacia una cama, tomándolos suavemente del brazo.