Lo que la controversia TED Vs. Hancock y Sheldrake nos dice del mainstream científico

Hace unos días ardió Troya cuando TED retiró de su canal en YouTube un par de charlas protagonizadas por los altercientíficos Graham Hancock y Rupert Sheldrake. Desde entonces, numerosas opiniones han surgido en torno a los límites que TED tiene como organización para autoregularse y los constantes reproches de "censura" por parte de los fanáticos de Hancock y Sheldrake, que no han dudado en manifestar su repudio hacia TED. Sin embargo hay muchas cosas que considerar.

Por ejemplo: TED ha realizado un estupendo trabajo durante años a través de las TED Talks y del programa TEDx, donde permite que grupos ajenos a la organización central puedan planear y ejecutar charlas TED en sus ciudades, integrando artistas, intelectuales, académicos y otros agentes de cambio en una conversación de la que miles de personas pueden beneficiarse siguiéndolas a través de Internet. Con todo, las críticas sobre TED comportándose como una franquicia o una burocracia desesperada por conservar su prestigio y sus fuentes de financiamiento, no se han hecho esperar; y como pasa cuando una organización crece a un ritmo que no puede administrar, el manejo de crisis se vuelve torpe.

En el blog de TED puede leerse una relatoría del caso Hancock/Sheldrake, la cual ha sido modificada varias veces según se mueven las aguas del Internet. Podemos conceder buena fe a TED: no tienen un comité de selección centralizado, y los criterios para abrir el espacio a oradores en las TED Talks dependen de criterios independientes, aunque siguiendo "ciertos lineamientos"; cuando el público denuncia el video de una charla, TED consulta a un "panel de expertos" (otro misterioso constructo de nuestros días, a la manera de un garante último de la verdad) para decidir si quitar los videos o dejarlos en línea.

Para la mala fortuna de Hancock y Sheldrake, este panel de expertos encontró "numerosos argumentos cuestionables" en cuanto al uso de lenguaje científico. El panel de expertos, así, demostró que sabe usar Google: Graham Hancock es conocido por su trabajo en la arqueología alternativa. Su libro Fingerprints of the Gods aborda lo que él considera el origen mítico de las pirámides, y es usual que escriba sobre el uso de ayahuasca y otras sustancias psicodélicas. Por su parte, Rupert Sheldrake es un científico herético que publicó la teoría del campo morfogenético, un campo de energía que no puede ser medido con los instrumentos actuales y que ayudaría a explicar fenómenos como la sincronicidad, la telepatía y la sensación de "¿estás pensando lo mismo que yo?"

En resumen, Hancock y Sheldrake no navegan con bandera de científicos, sino precisamente como francos opositores a los paradigmas científicos en vigor. 

Si TED quitó los videos de ambos de YouTube (a pesar de que cada uno contaba con miles de visitas) para albergarlos en su blog, afirman, fue porque "TED y TEDx son marcas de confianza en casas y escuelas. No queremos escuchar de padres cuyos hijos se fueron a Sudamérica a beber ayahuasca porque TED dice que está bien." El argumento es tan endeble que un estornudo podría derrumbarlo, como las casas de los cerdos en los cuentos infantiles. Sin embargo tienen un punto: TED es una marca, no una comisión científica.

Los parámetros que TED decida usar para publicar o no contenidos dependen sólo de ellos en tanto empresa o proyecto privado. A pesar de que Hancock no deja de percibirse como víctima de censura, la palabra es exagerada, o por lo menos inexacta: sí, TED puede comportarse como una abuela de la era victoriana de la ciencia, fue incluso soberbia al tildar el trabajo de ambos investigadores como "pseudociencia", pero no hay manera en que TED pueda censurar a alguien: sólo los gobiernos pueden ejercer censura directa o indirectamente contra los ciudadanos; la palabra "censura" es un término legal que indica que algo está prohibido por ley; la palabra implica el dictamen o juicio sobre una obra, determinando el derecho de esta para ser distribuida o mostrada en público. La libertad de expresión permite que el criterio para distribuir una obra artística o científica quede en manos de opiniones autónomas, independientes y ajenas teóricamente a los gobiernos. TED puede comportarse como un aguafiestas, pero en realidad no puede censurar. No es un país, es una marca.

Sin embargo, los países y las empresas son también entelequias o constructos formales que reducen o difuminan la responsabilidad de las decisiones de la gente tras ellas. Hay gente detrás de TED que ha hecho un gran trabajo dando a conocer las ideas de gente interesante (como su slogan indica, "ideas que vale la pena difundir"); pero como ellos, hay mucha gente detrás de proyectos parecidos. No es el único foro donde investigadores de la talla de Hancock y Sheldrake o incluso gente con menos experiencia pueden dar a conocer sus ideas. Si el Internet nos ha enseñado algo es que si hay alguien dispuesto a mostrar algo, hay alguien dispuesto a verlo.

TED fue una alternativa durante muchos años para encontrar contenidos que cuestionaban el estado del mainstream en las artes, la industria, la ciencia e incluso la gastronomía y la curación alternativa. Esta controversia no es síntoma de que TED se esté desmoronando, simplemente de que les interesa posicionarse como una fuente de ideas potencialmente revolucionarias, pero no radicales. Y las ciencias, como demuestran los casos de Hegel, Marx, Freud y Einstein, muchas veces avanzan proponiendo ideas radicales y poco populares en un principio; es así como se construye el futuro.

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