La vida del excéntrico y olvidado renacentista Athanasius Kircher

Todos hablan de Leonardo da Vinci pero nadie de Athanasius Kircher. La historia del Renacimiento está llena de nombres con una curiosidad insaciable, pero mientras el primero supo conjugar sus investigaciones con la cercanía del poder político, el segundo tuvo la mala suerte de que sus atrevidas teorías no soportaran la prueba del tiempo, a pesar de que escritores como Descartes, Leibniz, Hooke o Poe reconozcan algunas deudas con él.

Nacido en lo que hoy es Alemania central, Kircher (1602-1680) "tradujo" erróneamente jeroglíficos egipcios, escribió una suerte de novela que adoptaba el modelo copernicano en tiempos en que este constituía una herejía y probablemente fue uno de los primeros en observar la sangre humana en el microscopio. Durante su vida escribió más de 30 volúmenes sobre diversos temas. Siguiendo la fórmula clásica nihil humani alienum me est (nada humano me es ajeno) escribió sobre óptica, acústica, lingüística, matemáticas, criptología, egiptología, numerología e incluso sinología.

Pero como buen hombre de su tiempo, Kircher incursionó también en la mecánica e inventó estatuas parlantes, dispositivos de espionaje y máquinas musicales, como un instrumento llamado "piano de gato", probablemente inspirado por los violines de tripa de gato de sus contemporáneos, la familia Stradivari. Inventor y aventurero Kircher afirma en sus memorias haber sobrevivido a una estampida de caballos, a una severa hernia y a los ejércitos de un obispo enloquecido, además de haber colaborado en dos de las más famosas esculturas de Bernini y bajado al cráter del Vesubio, el volcán italiano, para seguir sus investigaciones geológicas.

Según se explica en el libro A Man of Misconceptions: The Life of an Eccentric in a Time of Change, de John Glassie, la razón principal por la que Kircher cayó en el olvido fue que escribió las siete millones de palabras de su obra en latín. Claro, sin dejar de lado que mucho de lo que escribió fue refutado posteriormente o simplemente era absurdo: esperma universal, enclaves secretos de influencia cósmica o su teoría de las montañas huecas no resistieron el avance de la ciencia. 

Incluso en vida sus teorías no recibieron sino la desconfianza de grandes pensadores de su tiempo. Por ejemplo, la decepción de Descartes quedó expresada en una de sus cartas al intentar uno de los experimentos magnéticos descritos por Kircher en Magnes, sive de Arte Magnetica (El magneto, o arte de la magnética, 1641): según nuestro olvidado héroe, un girasol podría afectar el funcionamiento de un reloj, debido a la sensibilidad que estas flores tienen para seguir la atracción "magnética" del sol. Descartes escribió después: "Tuve suficiente tiempo libre para hacer el experimento, pero no funcionó."

Pero probablemente su trabajo más interesante haya sido el Exstaticum (Viaje Extático), una suerte de ficción publicada en 1656. En esa época Kircher estaba ávido de entablar discusiones respecto a los últimos descubrimientos astronómicos posibilitados por la reciente invención del telescopio; sin embargo, también conocía la suerte que pensadores valientes como Copérnico habían corrido.

Pero aunque Kircher creyera secretamente en el modelo copernicano (en un momento en que afirmar que la Tierra no era el centro del universo era herejía), un sistema planetario que orbitara alrededor de un sol central tenía mucho mayor sentido para sus creencias místicas. En su Exstaticum, Kircher narra el sueño cósmico que emprende de la mano del ángel Cosmiel (una suerte de Virgilio para el viaje iniciático), quien le explica que "toda la masa de este globo solar está imbuida de cierta energía universal seminal", la cual "toca todas las cosas con su difusión radiante."

Siglos antes de la ciencia ficción, podríamos considerar el trabajo de Kircher antecedente de una larga y notable lista de artistas, como Sor Juana Inés de la Cruz y el viaje místico de su Primero sueño, de Jules Verne y su Viaje al centro de la Tierra, además de Marcel Duchamp y Giorgio De Chirico.

Muchos siglos después Kircher volvería a hacer un cameo en la historia de la literatura universal. En el cuento de Edgar Allan Poe, "A Descent into the Maelström" el narrador se sumerge en un vórtice de los mares nórdicos. Es justo en ese momento de terror en que recuerda que "Kircher y otros imaginan que en el centro del canal del Maelström existe un abismo que penetra el globo y sale en un sitio muy remoto. Esta opinión... era una para la que, mientras lo observaba, mi imaginación se sentía más inclinada."

Aunque sus numerosas obras no hayan resistido la prueba del tiempo, la existencia de mentes ávidas y geniales sigue siendo un ejemplo para que no dejemos que pequeños detalles como la lógica o lo real nos alejen de la búsqueda de soluciones místicas y fascinantes para los misterios del universo.

 

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