La poesía erótica metafísica de John Donne

Nacido en Inglaterra a padres católicos en 1572, en una época durante la cual la Reina Isabel estaba persiguiendo, ahorcando, torturando y descuartizando a jesuitas; los primeros años de su vida fueron marcados por ocultar su devoción. El tío-abuelo de Donne fue Tomás Moro, el célebre autor católico de Utopía que fue decapitado durante la Reforma. El hermano de Donne murió a los 20 años de edad en prisión por ocultar a un sacerdote en sus aposentos. En su juventud Donne practicó su fe más discretamente, mientras lo hacía también se dedicaba a escribir.

Tomando en cuenta el historial familiar del autor no es sorprendente que Donne, después de ser educado en Oxford, se haya vuelto un predicador conocido y respetado en la corte por sus sermones, y que eventualmente llegó a ser nombrado decano de la Catedral de San Pablo.

Tampoco es sorprendente que el autor haya escrito algunas de las piezas románticas más exquisitas de la lengua inglesa, por ejemplo,  “Una Despedida: Prohibiendo el Luto” ("A Valediction: Forbidding Mourning"), un poema metafísico que escribió para su esposa Anne More en 1611. El poema explora el ideal del amor espiritual para Donne, uno que trascendía las barreras de lo físico, una unión de dos almas a las que les “importan menos ojos, manos y labios extrañar”. Emplea metáforas cómo “inundaciones de lágrimas” y “tempestades de suspiros” para crear las imágenes y el sentido de un poema sobre amor sobrehumano.

Lo que podría sorprender a algunos, es que este poeta católico escribió también con su estilo sensual y rico en metáforas e imágenes, poemas altamente eróticos. Algunos ejemplos de las incursiones del decano de San Pablo en lo erótico son:

Elegía XIX: A su amante antes de ir a la cama (Fragmento)

Fuera con esa faja, como si la zona del cielo estuviese brillando,

Pero estuviera englobando un mundo mucho más bello.

Desprende ese peto adornado, que usas

Para que los ojos de tontos atareados puedan parar ahí:

Desátate, porque el repique armonioso

Me dice de ti que ha llegado tu hora de cama.

 

También nos invita a explorar con él lenta y exquisitamente la sensualidad del casi infinito cuerpo de su amante:

 

Elegía XVIII: El progreso del amor (fragmento)

Sus labios hinchados; a los cuales hemos llegado,

Nos anclamos ahí, y nos pensamos en casa,

Porque todos parecen: ahí cantos de sirenas, y ahí

Sabios oráculos Délficos llenan el oído;

Ahí en un arroyo donde algunas perlas selectas se hinchan,

La rémora, su lengua escindida, reside.

Estos y el glorioso promontorio, su mentón

sobrepasando; y el estrecho de Helesponto entre

El Sestos y Abidos de sus senos,

(No de dos amantes, pero dos amores eran los nidos)

Triunfa el mar sin límites, pero que tu ojo

Algunos lunares isla pueda divisar ahí;

Y navegando hacia su India, de esa manera

Me quedaré en su bello ombligo Atlántico;

Aunque desde ahí la corriente esté hecha por tu piloto,

Aún así, ahí es donde desearías estar en bahía,

Estarás  en otro bosque,

Donde algunos naufragan, y no llegan más allá.

Cuando estés ahí, considera lo que en esta persecución

Se malgastó porque empezaste con la cara.

 

Es prácticamente imposible no sumergirse en los versos de este hombre, que al estar enamorado transformó a su amante en un plano metafísico donde el cuerpo mortal se convirtió en un mundo y el acto de hacer el amor se volvió una aventura desmesurada que culmina con la exploración de continentes, mares y bosques. Otro poema es:

 

Seducción

Ven a vivir conmigo, y sé mi amor,

y nuevos placeres probaremos

de doradas arenas, y arroyos cristalinos;

con sedales de seda, con anzuelos de plata.

 

Discurrirá entonces el río susurrante

más que por el sol, por tus ojos calentado,

y allí se quedarán los peces enamorados,

suplicando que a sí puedan revelarse.

 

Cuando tú en ese baño de vida nades,

los peces todos de todos los canales

hacia ti amorosamente nadarán,

más felices de alcanzarte, que tú a ellos.

* Versión de Purificación Ribes

 

De nueva cuenta, al utilizar imaginería natural para describir el acto de seducción logra elevar su relación a un sitio sobrehumano, a un oasis de dioses, puro, como el que recibieron a Adán y Eva antes de sucumbir ante la tentación.

En este enlace más poemas del autor (en inglés).

Con información de The New Yorker

 

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