El sábado pasado, sin embargo, Swartz fue encontrado muerto en su apartamento en Crown Heights, Brooklyn, según la policía local como resultado de un suicidio.
Esta hipótesis, sin embargo, ha sido ampliamente cuestionada tanto por familiares, como por amigos y simpatizantes del joven, por la importancia que tenía Swartz dentro del mundo de Internet pero, sobre todo, por su potencial en la oposición a los grandes poderes, tanto públicos como privados, que todos los días buscan maneras para reducir el margen de libertad que hasta ahora se tiene en la red.
De entrada, hay quien señala que por sus opiniones, pero sobre todo por sus acciones, Swartz era un objetivo claro del sistema, una persona peligrosa para la estabilidad del status quo —favorable por definición a una minoría privilegiada y poderosa.
En este video, por ejemplo, Swartz abunda sobre el potencial de libertad que se encuentra en las estructuras mismas de Internet, cómo es más o menos sencillo que una persona con una computadora puede convertirse en un agente autónomo de generación y distribución de contenido, una de las expresiones más completas que se hayan tenido en mucho tiempo del concepto de “libertad de expresión”:
En este sentido cabe preguntarse si hay algún beneficiado con la muerte de Swartz, si alguna empresa, corporación, líder u organización política recoge algún tipo de provecho de que el joven programador ya no pueda hacer nada en este mundo.
Se habla, por ejemplo, de las grandes compañías de entretenimiento, en especial de las que están agrupadas en torno a la MPAA (Asociación Estadounidense de Películas, por su siglas en inglés) y de su actual CEO y ex senador Christopher Dodd, ambos con antecedentes de prácticas casi mafiosas de intimidación y amenazas hacia sus enemigos.
En otro aspecto, varios analistas en Estados Unidos han notado un incremento en las muertes de personas que cuestionan tanto al gobierno como el establishment y que, además, por su labor o su capacidad intelectual, tienen un poder de convocatoria nada desdeñable y podrían suscitar realmente un cambio positivo y de amplio alcance.
Hace un tiempo, por ejemplo, un colega de Swartz, Ilya Zhitomirskiy, co-fundador de Diaspora*, una red social de tecnología descentralziada y gratuita que se presentó como el “asesino de Facebook”, supuestamente también se suicidó, a pesar de su juventud y su futuro también brillante.
John Noveske, ´conocido fabricante de rifles, murió en un accidente automovilístico apenas unos días después de haber posteado un análisis detallado sobre el hecho de que todos los participantes recientes de tiroteos en escuelas estuvieron tomando medicamentos psiquiátricos.
Alex Jones, uno de los bloggers más populares, también presentador de radio y crítico frecuente de la política estadounidense, estuvo a punto de ser baleado por matones que lo acosaron en Nueva York un día que fue invitado a hablar para CNN.
Por último cabría recalar en los antecedentes psicológicos de Swartz, si de verdad la finanza millonaria que enfrentaba (con posibilidad de cárcel) por haber descargado más de 4 millones de artículos académicos de JSTOR desde la red del MIT era motivo suficiente para que se diera muerte a sí mismo, si su estado emocional reciente de verdad tendía hacia conductas como esta.
Como dato adicional reproducimos la advertencia que hace Mike Adams en el sitio Natural News, dedicada a activistas de todo tipo que, en muchos casos, son personas que no siempre tienen ese grado de desconfianza que beneficia la seguridad personal. Como aconseja Adam, aprender técnicas de autodefensa, mirar y moverse por los entornos cotidianos con mayor perspectiva táctica, dejar de usar tarjetas de crédito o teléfonos celulares (por la localización inmediata de una persona que estos brindan), podría sin duda significar la diferencia entre vivir o, según la frase del columnista, “ser suicidado”.