A lo largo del tiempo y en distintas culturas el tatuaje ha tenido significados diversos, pasando por el código de identificación al mero ornamento, la contraseña grabada en el cuerpo mismo para seguridad de los conjurados a una expresión casi artística que requiere habilidad y talento.
Una de los usos más misteriosos del tatuaje fue el que se dio en el siglo XIX entre mensajeros japoneses, quienes cumplían sus obligaciones postales corriendo entre un punto y otro de la entrega, entre el remitente y el destinatario. Hasta la fecha no se ha explicado muy bien por qué estos hombres encontraron una entusiasta predilección en dibujar una buena parte de la superficie de su piel.
Algunos historiadores reducen el fenómeno a la amplia popularidad que el tatuaje tuvo entre los sectores bajos de la población japonesa durante el periodo Edo y, por otra parte, al hecho de que en esta misma época dicha práctica fue vista como una forma de arte popular. Sin embargo, Okinawa Soba asegura que el fenómeno no se limita a una u otra clase social o región de Japón, sino, por el contrario, puede encontrarse en todo el país y prácticamente en todos los sectores sociales.
La opinión de Soba es importante porque a él debemos el conocimiento de las fotografías que aquí presentamos. Se trata de un promotor cultural que cuidó la publicación de estas imágenes cuidadosamente coloreadas a mano.