Más allá de los efectos que esta situación ha tenido en las estadísticas macroeconómicas, la industria y demás ámbitos del desarrollo nacional, debemos recordar, aunque usualmente lo olvidamos, que la economía está hecha de personas y que en ellas y sus vidas recalan las buenas o malas decisiones que se toman o se dejan tomar en el sistema.
Así, no parece del todo sorprendente que según algunos investigadores reunidos en el Congreso Nacional de Laboratorio, reunido en Barcelona, alerten sobre el alarmante aumento de problemas psicológicos que en los últimos meses se ha observado en el país ibérico. Uno de los informes presentados en este simposio académico y científico asegura que diariamente ocurren, en promedio, 243 intentos de suicidio por la vía de la sobredosis de fármacos.
Estos números son alarmantes en cualquier sociedad, pero en España adquieren otra relevancia tanto por la proporción que representan con respecto a la población total como por la zona geográfica donde se observan, un país que supuestamente pertenece a la vanguardia de las economías nacionales.
De acuerdo con Bernandino Barceló, jefe de la Unidad de Toxicología del Hospital Universitario de Son Espases, en Palma de Mallorca, es probable que dichas personas acareen ya un historial de trastornos psíquicos que en tiempo de crisis —económicas, familiares— adquieren expresiones críticas, las cuales, sin embargo, no dejan de ser un tanto lamentables: vivir en un sistema que siembra en una persona la idea inquebrantable de que la solvencia económica es el único parámetro válido para tasar el valor de su existencia, al grado de que prefiera morir a vivir en la vergüenza del supuesto fracaso material.
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