Recientemente un grupo de científicos realizó un estudio a partir del cual concluyeron que, efectivamente, la inteligencia no puede medirse a partir de la noción de IQ y los exámenes asociados a esta.
Adrian M. Owen, Adam Hampshire y Roger Highfield lanzaron una convocatoria abierta por Internet para resolver 12 exámenes cognitivos disponibles en línea, los cuales analizaban la memoria, el razonamiento, la atención y la habilidad de planeación del voluntario. Paralelamente este debía contestar una encuesta sobre su estilo de vida y sus hábitos.
Para sorpresa de los investigadores, miles de personas de todas las edades, culturas y credos respondieron al llamado, con los cual los científicos tuvieron a su disposición muchos más datos de los que esperaban inicialmente.
Con esta información, Owen y compañía encontraron que en el amplio rango de habilidades cognitivas exploradas, no hay ningún componente que refleje por sí solo la inteligencia de una persona, es decir, esta se explica por medio de la combinación de diversos elementos, entre los cuales al menos tres son imprescindibles: la memoria a corto plazo, el razonamiento y el componente verbal, pero igualmente deben tomarse en cuenta factores como la edad, el género o algunos tan circunstanciales como el gusto por los videojuegos o el hábito del tabaquismo, que también influyen en el funcionamiento cerebral (los gamers parecen tener mejor razonamiento y memoria a corto plazo, y los fumadores una capacidad verbal y mnemónica disminuidas).
Así, la tan respetada idea del IQ parece que no sobrevivirá por mucho tiempo en los esfuerzos por jerarquizar a las personas de acuerdo con su inteligencia. Al menos no de esta manera.