El sujeto comenzó su oferta en 800 dólares y, en la negociación, el acuerdo finalizó en 200 dólares, un precio verdaderamente bajo para el producto en comparación con el que este tiene en locales establecidos.
La ganga, sin embargo, resultó un fraude cuando Jalonta Freeman, el nombre de la afectada, llegó a su casa y, al dárselo a su hermana —en quien pensó originalmente para regalarle el dispositivo— ambas descubrieron que se trataba únicamente de un pedazo rectangular de espejo.
“No compres nada de nadie en la calle”, dijo Freeman, desolada, a los medios locales.