Acompañado de un amigo, Curti recorrió Via di Pietralata, una zona residencial al noreste de la ciudad, sin poder echarle mano a su mascota, que en cierto momento se las arregló para meterse en una cueva, hasta donde los dos hombres lo siguieron, guiados por nada más que los maullidos del animal.
Su sorpresa sería grande, sin embargo, cuando una vez dentro de la cavidad, se vieron rodeados de nichos tallados en la roca, del mismo tipo que los que los antiguos romanos utilizaban para depositar las urnas funerarias, además de que en el suelo se observaban algo con el aspecto de restos óseos humanos.
Y si bien todavía queda por examinar a fondo el escenario, ya algunos arqueólogos declararon que las ruinas podrían datar de alguna época entre el siglo 1 a. C y el 2 d. C., además de que posiblemente las fuertes lluvias que han caído sobre la capital italiana pudieron reblandecer el suelo y precipitar las rocas que guardaban la entrada al lugar.
En cuanto a Mirko Curti, se mostró sorprendido de que semejante tumba se encontrara tan cerca de su casa, y aseguró que esta esta ha sido la experiencia más increíble de su vida.
Por último, no deja de inquietar la casualidad de que haya sido precisamente un gato, en un incidente aparentemente fortuito, el que guió hacia este santuario mortuorio. Recordemos que en diversas tradiciones los gatos están asociados a la vida después de la muerte, al mundo esotérico y de ultratumba que, quizá, en este caso, posiblemente encontraron un vehículo de manifestación en el animal.
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