Los cientos de colores del cielo son fascinantes, y también, la explicación física detrás de ello. Tantas combinaciones son posibles por las propiedades de los rayos de luz y por la posición de las nubes.
En la escuela nos enseñaron que la luz viaja en diferentes ondas y frecuencias. Los colores rojos, naranjas y amarillos viajan en ondas largas; mientras que los azules y violetas, en ondas cortas. Cuando la luz del sol entra en la atmósfera y choca con objetos como gotas de agua o partículas de polvo, rebota en todas direcciones. Por otro lado, las partículas de gas absorben las ondas de luz, las retienen un tiempo y luego las liberan.
Los colores de alta frecuencia como el azul son absorbidos e irradiados más que los colores de baja frecuencia, que pasan derecho por la atmósfera. Por eso vemos el cielo azul, mientras que los rayos del sol nos parecen amarillos (a este fenómeno se le conoce como “Dispersión de Rayleigh”).
Cuando el sol se acerca al horizonte, los rayos de luz deben recorrer más distancia a través de la atmósfera. Como resultado, la mayoría de las ondas azules y violetas son dispersadas, y el sol parece más rojizo y de un brillo menos intenso.
Contrario a lo que muchos creen, los colores rojos de los atardeceres no tienen nada que ver con la contaminación del aire. De hecho, el smog opaca y desluce los colores. Por otro lado, en cielo limpio, las nubes reflejan colores vívidos. Una razón más para cuidar la calidad y limpieza del aire.