Los mitos detrás del basilisco, el rey de las serpientes

Esta criatura híbrida ha sido temida por siglos en Europa y el Norte de África. Cientos de diferentes historias cuentan cómo nace y cómo muere un basilisco. Un bestiario alemán de la Edad Media afirma que su aliento puede congelar campos enteros y su mirada sola es mortal. Antes de ello, Historia Natural de Plinio el Viejo describe al basilisco como una serpiente con cresta de gallo, que nace si un huevo es incubado por un sapo. Como rey de las serpientes, avanza con la cabeza erguida.

En Roma se creía que era originario de Libia y que el Sahara había sido fértil hasta que una infestación de basiliscos lo convirtió en desierto.

El poeta Lucano agregó que el poder del basilisco era tan fuerte que el sólo hecho de que los pájaros volaran sobre sus cabeza hacía que cayeran muertos al suelo, que si un jinete atravesaba a este monstruo con una espada, el veneno se arrastraría por el arma hasta el hombre y lo mataría junto con el caballo. Además agrega que la comadreja era la única criatura que el basilisco temía, pues masticaba plantas que la hacían inmune al veneno y podía matarlo.

Después de la caída del Imperio Romano, la criatura pasó de considerársele un animal híbrido a una criatura infernal. Por ejemplo, el bestiario de Pierre de Beauvais afirmaba que un gallo que había perdido su virilidad podía poner un huevo, el cual empollado por un sapo originaría a una criatura con la parte superior de un gallo, alas de murciélago y la cola de una serpiente.

A partir de ahí, surgieron numerosos avistamientos de basiliscos, desde pueblos en Viena, en Holanda, Suiza, Dinamarca.

Una de las leyendas más famosas es originaria de Varsovia, a finales del siglo 16: todo el que se acercaba a un cierto sótano moría por los vapores que de ahí surgían, además los cadáveres aparecían con los ojos saltados de las órbitas. Se le dijo a un sentenciado a muerte, Johann Faurer, que si se vencía a la criatura se le otorgaría el perdón. Faurer se cubrió con un traje de cuero que tenía cientos de espejos y se protegió los ojos con lentes. Armado con sólo una antorcha y un rastrillo, se internó en la oscuridad. Cuando emergió, había capturado a un animal vivo entre los dientes del rastrillo. Se comprobó que era un basilisco: una serpiente con cabeza de gallo y ojos de sapo.

De hecho, según Mike Dash, en su blog, quizá esta historia haya sido una forma de disimular las actividades de alquimia que varios hombres realizaban en la época. Como era una afición no bien vista en aquel entonces, pudieron aprovecharse del mito que rodeaba al basilisco.

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