Bill Wilson pasó a la historia por ser uno de los fundadores de Alcohólicos Anónimos, el grupo ahora internacional que asiste el proceso por el que una persona considera su manera de beber una adicción y toma la decisión de terminar con ella.
Y si bien este método se considera uno de los más efectivos para este fin, es poco conocido que el propio Wilson experimentó con el LSD como un recurso alternativo para alcanzar el mismo objetivo, además de para el tratamiento de la depresión debilitante que ataca a algunos.
De acuerdo con una investigación documental emprendida por Don Lattin y que publicará la University of California Press con el título Distilled Spirits, Wilson pensó inicialmente que el LSD podría servir para entender a otros las alucinaciones que los adictos experimentan, lo cual a su vez aterrorizaría a los adictos al grado de hacerles cambiar su comportamiento al respecto del alcohol.
Sin embargo, fue en su propio viaje de ácido, ocurrido un 29 de agosto de 1956 en el hospital de la Veterans Administration de Los Ángeles, donde se dio cuenta que si algo del LSD podría ayudar a los alcohólicos sería no el terror, sino la toma de conciencia, el repentino conocimiento de sí que provee el ácido lisérgico a la mente humana: “La visión y los insights dados por el LSD pueden crear un gran incentivo —al menos en un número considerable de personas”, escribió al respecto, en una carta enviada a Ed Dowling, sacerdote católico que formaba parte de un grupo organizado por el propio Wilson para explorar el potencial espiritual del LSD.
Wilson, que sufría el mismo intensos periodos depresivos, quería utilizar el ácido lisérgico en personas a quienes consideraba “alcohólicos cínicos”, buscando que estos experimentaran una especie de “despertar espiritual” que los llevara por el camino de la recuperación, luego de haber sentido momentáneamente lo que significa estar loco.
Por otro lado, el fundador de AA discutió estos efectos del LSD con otros personajes, entre ellos el mismísimo Aldous Huxley quien, como se publicó hace poco en Pijama Surf, eligió encarar la muerte en compañía de esta sustancia.
“Me encuentro a mí mismo con una percepción de los colores aumentada y una apreciación de la belleza que casi destruyeron mis años de depresión”, escribió en 1957 a Gerald Heard, escritor y filósofo.
En cuanto a la inclusión franca del LSD en el programa de AA, Eisner encontró cartas en las que se acepta que “los alcohólicos llegan a un punto en el [programa] donde necesitan una experiencia espiritual, pero no todos son capaces de tener una”.
Con todo, esto último nunca se concretó, al menos no oficialmente. Y el “potencial espiritual del LSD”, que tanto intrigó al hombre, no se comprobó en su relación con el tratamiento del alcoholismo.
[Guardian]