Y aunque esta situación en ocasiones se mira con humor —porque aparentemente una formación académica de alto nivel no se corresponde con poca solvencia económica—, las consecuencias han adquirido ya un matiz fatal y mortuorio, pues no han sido pocos los estudiantes que enfrentaron este problema con una solución final: el suicidio.
Conjugándose una serie de circunstancias que incluyen las crisis económicas de los últimos años y la irrefrenable voracidad de las instituciones bancarias, surgen casos como el John Koch, un abogado de 47 años que vive con sus octogenarios padres en Long Island, Nueva York. Para estudiar leyes en la Touro Law School, Koch pidió 69 mil dólares en 1997, confiando en que al terminar seguramente conseguiría un empleo que le permitiría pagarlos.
Sin embargo, al poco tiempo de graduarse sus intereses y recargos habían ascendido ya a 50 mil dólares, llegando actualmente hasta un total de 320 mil dólares y que quizá supere el millón de dólares para cuando se retire, dentro de 20 años. Para un hombre que durante cierto tiempo vivió el “american dream”, viviendo en su casa propia, con esposa, con los lujos propios de las clases medias, esta nueva vida ha representado un duro golpe que le ha llevado a pensamientos y comportamientos autodestructivos.
Y este es solo un caso de otros muchos que se repiten, sobre todo en la Unión Americana, algunos tentativos y otros consumados, muchos de ellos precipitados por la fiera presión que ejercen los bancos contra sus deudores, hostigándolos, perturbando su mente hasta hacerles atentar contra sí mismos.
[Alternet]