En un hecho sin precedentes en la historia de Egipto, un tribunal del país determinó condenar a cadena perpetua al ex dictador Hosni Mubarak, a quien se le acusa de no hacer nada para prevenir o evitar las muertes de manifestantes ocurridas durante las revueltas que provocaron su deposición.
Este sábado el juez Ahmed Rafaat reconoció que si bien los denunciantes no presentaron pruebas suficientes de la responsabilidad directa de Mubarak en los decesos, o que él haya ordenado directamente que las fuerzas militares cargaran contra los grupos de disidentes, es culpable por omisión al desentenderse desde su cargo de los hechos que ocurrían. Por razones similares su ministro del Interior, Habib el-Adly, recibió la misma sentencia y también podría pasar el resto de su vida en la cárcel.
Los abogados del ex dictador aseguraron que preparan ya la apelación a este veredicto, arguyendo que en el proceso hubo decisiones legales sumamente cuestionables. "Estaremos en esto por años", declaró al respecto Hossam Bahgat, director de la Iniciativa Egipcia para las Derechos Personales.
Según testigos, Mubarak, que tiene ya 84 años, recibió la sentencia sin dejar ver ninguna reacción, recostado en una cama de hospital. Mientras leía, sin embargo, parpadeó varias veces, al tiempo que sus hijos, de pie al lado suyo, derramaban algunas lágrimas. Más tarde, el dictador se resistió a bajar del helicóptero que lo trasladó del sanatorio donde se encontraba, a una prisión-hospital: llorando, pedía a los oficiales que lo regresaran al hospital militar. Tomó media hora convencerlo de descender y entrar al edificio carcelario.
Por otro lado, las reacciones populares a la sentencia fueron diversas, desde el júbilo desaforado hasta cierta frustración por considerar que la cadena perpetua o los delitos imputados no son suficientes para dictar justicia. Igualmente hay quienes reclaman por qué no se ha castigado la corrupción manifiesta de Mubarak y sus hijos ejercida cuando formaron parte del gobierno.
Algunos analistas consideran, sin embargo, que este es un buen paso en la endeble situación política egipcia (que sigue a la espera de elecciones, presidente y Constitución) para demostrar que ningún dirigente puede estar por encima de la ley.
[NYT]