Conforme pasa el tiempo, Facebook ha refinado estos procedimientos, siendo el más novedoso el hecho de que un “Like”, el “Me gusta” que es una de las acciones más simples que pueden realizarse al interactuar con el sitio, puede ser materia prima para la comercialización.
Según reporta The New York Times, eso fue le que sucedió a Nick Bergus, quien un Día de San Valentín posteó un producto que encontró en Amazon: una garrafa con 55 galones de lubricante: “Para el Día de San Valentín. Y para todos los días. Por el resto de tu vida”, comentó Bergus en Facebook para acompañar el link compartido.
Días después, el hombre de 32 años, residente en la ciudad de Iowa, se dio cuenta que este mismo producto aparecía entre la publicidad que despliega Facebook cotidianamente, y no solo esto: incluso aparecía su comentario, su nombre y un gesto de sonrisa. En suma, alguno de los algoritmos de Facebook convirtió su publicación en un anuncio pagado por Amazon.
El movimiento es claro: personalizar la publicidad para aumentar las ventas, en el supuesto de que cuando una persona que conocemos “recomienda” un producto, nuestra percepción positiva sobre este aumenta. Además, en el caso de este servicio automatizado, las grandes empresas se ahorran el trabajo que por regular se realiza antes de lanzar una campaña publicitaria.
Facebook, por supuesto, está protegido en alguna de las 4 mil palabras de las que se compone sus términos de servicio y que la mayoría de los usuarios aceptan sin rechistar.
El problema, como bien apunta Eric Goldman, profesor asociado de la Escuela de Leyes de Santa Clara, es que con esta estrategia Facebook ha creado un juego de "suma cero" en el que los usuarios no ganan nada y Facebook gana todo.
[NYT]