Monstruos marinos muertos en el bosque, la fantástica obra de Adrián Villar Rojas

La fantasía de encontrar un gigantesco monstruo en el patio trasero, no sólo nos remite a la infancia de una persona, nos remite a la infancia de la humanidad. El monstruo primordial, aquel que surge del caos informe, el Leviatán, es parte del Génesis, casi como una contraparte a la creación, dualidad de la divinidad. En la mitología nórdica tenemos al Kraken y en la griega a Ceto, ambos monstruos primordiales ligados a la Tierra, a las fuerzas ctonianas. Acaso la tarea de sembrar monstruos en un patio trasero o en un bosque aledaño, es la continuación natural de los monstruos sembrados en el fondo de nuestra mente.

La obra del escultor argentino Adrián Villar Rojas, más allá de lo espectacular que puede ser montar y abandonar un monstruo marino en un paraje, se planta sobre estas fibras arquetípicas para crear un happening del inconsciente. Ballenas-dinosaurio muriendo en el pasto en una especie de intersección anacrónica (¿vemos un futuro desastroso o son los remanentes del pasado que brotan del mar y de la mente?). ¿Acabarán todas las cosas fuera de su habitat, testamentos petrificados de un desencajamiento ontológico?

Esta fusión córnea de ballena y saurio es para el artista una imagen de su abuelo muerto. La historia grabada en el cemento.

 

Esta ballena arbórea en la nieve representa para el artista "Mi Familia Muerta".  Cetáceo colectivo de la desolación y el paso del tiempo. Respirando árboles asolados por el invierno.

Esta cópula desesperada entre mujer y dinosaurio, en lava, que recuerda a los cuerpos petrificados en Pompeya por la erupción del Monte Vesubio, significa para el escultor argentino: "El momento más hermoso de la guerra no sabe distinguir el amor de cualquier sentimiento" .

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