Grandes Maestros del Espíritu: Conde de Saint Germain

Con esta pieza inauguramos una serie que desde hace tiempo queríamos arrancar en Pijama Surf, dedicada a los grandes maestros, figuras tan prominentes como enigmáticas, cuya presencia ha sido de especial relevancia durante la historia del desarrollo espiritual de la humanidad.

La omnipresente lejanía que les caracteriza, haciendo honor a la paradójica naturaleza del universo, provoca que hacer una semblanza sobre ellos se vuelva un ejercicio algo complejo. Los datos biográficos que les atañen, las crónicas de sus épicas hazañas y la ejemplar congruencia de sus vidas se manifiestan en los linderos de lo mitológico y lo real. Muchos cuestionan su existencia, otros se entregan fanáticamente a sus enseñanzas y algunos más ni siquiera han escuchado hablar de la mayoría de ellos.

Pero para eludir cualquier polémica racional, intentando llevar el ejercicio por encima del silogismo y del fanatismo, valdría la pena enfatizar en que más allá de que su existencia sea probada o de que sean simples fantasías utópicas, lo cierto es que los grandes maestros reposan ahí, en el panorama existencial del ser humano, como pulsos inspiradores. Y de algún modo representan una guía del “correcto” vivir, y a la vez su camino, al ser suyo, excluye la posibilidad de que sea el nuestro —y esto último es algo que todo alumno debiese tener claro ante su maestro. El punto es que no se trata de que tú, yo o cualquiera intente replicar el camino de alguno de ellos. Se trata de que nos nutramos de las lecciones inscritas en su legado, para diseñar nuestra realidad individual. Ni más, ni menos.

Y para comenzar la serie “Grandes Maestros” hemos elegido, por alguna razón relativamente incierta, al Conde de Saint Germain, un ser luminoso, polémico, elusivo, que dejó a su paso un rastro que ha sido retomado por innumerables escuelas místicas y cuya figura es en sí un hermoso código envuelto en estimulantes secretos que, quiero creer, esperan a ser decodificados por todo aquel que esté dispuesto a observar, con honestidad, los componentes de su existencia.


Origen

El origen de este misterioso personaje es completamente incierto, en buena medida por las distintas versiones que sobre él se han publicado. Kenneth Mackenzie, en su Royal Masonic Cyclopedia, recapitula algunas de estas teorías, entre las que mencionaremos solo algunas.

Se dice, por ejemplo, que nació en Letmertz, Bohemia, territorio que actualmente forma parte de Alemania. Otros, encabezados por el Marqués de Crequis,  afirman que su verdadero nombre era Simon Wolff, nacido en Estrasburgo y de origen judío. También hay quien cree que en realidad se trataba de un jesuita español de nombre Aymar, un marqués nacido en Portugal o el hijo de una princesa italiana y nacido en San Germano. 

En cuanto al Príncipe Karl de Hesse-Cassel, quien fue amigo y ferviente admirador de St Germain, asegura haber escuchado en propias palabras del conde que este era hijo de Rakoczy Ferenz, regente de Transilvania y quien peleó por la independencia de Hungría ante Austria. En la historia húngara Ferenz es una especie de héroe nacional y curiosamente se cuenta que uno de sus hijos, tan precoz que a los 12 años manejaba prácticamente todos los idiomas conocidos, había sido enviado a estudiar lejos.

En síntesis, el verdadero origen de St Germain es confuso, si bien es cierto que prácticamente todas las versiones coinciden en que era una persona extraordinariamente culta y educada y que su porte aludía a un carácter aristocrático y refinado. La confusión es mayor pues aparentemente el conde hablaba con plena fluidez múltiples idiomas, lo cual hacía su acento indistinguible para cualquiera de sus interlocutores.

El Misterio

Entre las decenas de libros que se han escrito sobre él, uno de los más interesantes es una biografía, Graf St Germain, obra del historiador alemán E.M. Oettinger, quien posiblemente fue presentado ante el conde en París durante la tercera década del siglo XIX. Y a pesar de que Oettinger era un distinguido profesional en su época, cita afirmaciones de St Germain que para muchos serán imposibles de creer.

De acuerdo con el historiador, este enigmático personaje le confesó haber estudiado magia con el destacado alquimista Raymundo Lulio (1235-1315) y pintura con Cimabue (1240-1302). “Tuve la fortuna de conocer a Paracelso (1493-1541), quien era profesor en Basilea”, le habría compartido St Germain, agregando que había tenido oportunidad de ver la piedra filosofal en manos del suizo, la cual estaba compuesta por 777 ingredientes. De acuerdo con la misma biografía, el conde también acompañó a Francisco I en su coronación (1494-1547), asistido al famoso mago Nostradamus (a mediados del siglo XVI), aprendido música con Palestrina y haber forjado amistad con John Dee, el lúcido astrólogo de la Reina Isabel I, entre muchas otras aventuras.

Pero si tomamos en cuenta las declaraciones del conde que cita Oettinger, entonces tendríamos que inferir que vivió por más de cinco siglos, razón por la cual muchos le ridiculizaban o tachaban de charlatán, mientras que otros le adjudicaban poderes sobrenaturales o simplemente le consideraban un portador del codiciado elixir de la larga vida que preparaban los más diestros alquimistas. Y si la flexibilidad espaciotemporal en torno a la figura de este personaje no es suficientemente confusa, resulta que St Germain también gustaba de utilizar diversos nombres, entre ellos el Conde de Weldone, Saint-Noel y Pere Joseph.

Finalmente, de acuerdo al Príncipe Karl, el conde murió en 1784, en el propio castillo de Hesse-Cassel. Sin embargo, en años subsecuentes se reportaron encuentros con St Germain, incluso en los círculos literarios que se organizaban a mediados del siglo XIX en París con gente como Balzac, Sue y Dumas (este último, por cierto, bien pudo inspirarse en la figura del conde para dar vida al Conde de Monte Cristo). 

Menciones históricas

Dentro de las menciones que se hacen sobre el conde, avaladas por documentos históricos, podemos mencionar, además de la obra de Oettinger que recién citamos, una carta intercambiada entre un par de nobles ingleses, Horace Mann y Horace Walpole, fechada en 1745 en Londres, y que corresponde además a la primera vez que se menciona a St Germain: «El otro día detuvieron a un hombre extraño que se hace llamar conde de Saint-Germain. Ha estado aquí estos dos años, pero no dice a nadie quién es ni de dónde viene. Admite, sin embargo, que ese no es su verdadero nombre. Canta y toca el violín magníficamente, está loco y no es muy sensato». Aparentemente el conde había sido detenido por sospechas de que fuese un espía, acusación que se repetiría en diversas ocasiones a lo largo de los años.

Por otro lado, en las memorias del famoso Giacomo Casanova, ese glamoroso semental italiano del siglo XVIII, se narra un encuentro que tuvo este con el conde, a quien consideraba un gran impostor pero frente a quien, paradójicamente, demostraba un especial reconocimiento:

La más gustosa cena que tuve fue con Madame de Robert Gergi, quien acudió con el famosos aventurero conocido bajo el nombre de Conde de St. Germain. Este individuo, en lugar de comer, habló desde el principio hasta el final del encuentro […]. St Germain se entregó a compartir una serie de maravillas, siempre dirigidas a impresionar, lo cual con frecuencia lograba. Era educado, manejaba distintas lenguas, era notable músico y químico, además de ser bien parecido y manejar un trato perfecto ante las damas […]. Este hombre extraordinario, destinado a ser el rey de los impostores, afirmaba con confianza tener más de 300 años de edad, poseer el secreto de la Medicina Universal, controlar la naturaleza, fundir diamantes [...]

Por último, el Museo Británico guarda en sus archivos una carta enviada por St Germain en la que el conde ofrecía donar una copia de la segunda edición de la Biblia, impresa en 1462, y cuya reliquia actualmente se encuentra en este recinto.

Sus múltiples talentos

Bordeando siempre entre la fantasía y la “realidad”, a St. Germain se le adjudicaban innumerables dotes y virtudes, algunas de ellas propias de un hombre que dominaba la alta cultura, a la manera de los más lúcidos renacentistas, y otras que le revisten con poderes casi sobrenaturales. Entre las primeras se habla de su exquisito talento musical para componer e interpretar, su admirable manejo de todo idioma que el entorno le exigía, sus conocimientos avanzados en temas de historia, química, medicina, alquimia, literatura, pintura y magia. Era también un famoso esgrimista, un destacado diplomático y estratega político, razón por la cual Luis XV le frecuentaba como consejero, manejaba recursos que le permitían verse siempre joven y fresco y hay quienes afirman que era igual de hábil con ambas manos y ambos pies (al grado de que era imposible decir si era diestro, zurdo o ambidiestro). 

Ya en un plano un tanto más épico, se dice que St Germain era capaz de escribir con una mano un tratado sobre astronomía, mientras que con la otra, de manera simultánea, podía escribir un documento que terminaría por sentar las bases de la constitución estadounidense. También se rumoraba que era un ser inmortal, que en más de una ocasión convido a bellas doncellas con trozos de la legendaria Piedra Filosofal de los alquimistas o que había asesorado a personalidades como el mismo Jesucristo. Por otro lado, los adeptos de la corriente teosófica le nombraron Maestro Ascendido, es decir, un alma que a pesar de haber alcanzado ya su iluminación individual, decide regresar a este plano para asistirnos a consumar nuestra propia emancipación.

Pero si bien casi cualquiera de los talentos que se le adjudican a St Germain pudiese ser cuestionado por sus críticos, lo que parece difícil de refutar, pues se infiere a partir de múltiples referencias que sobre su figura existen, es que se trataba de un hombre con una cultura y educación que pocos podían equiparar, siendo la personificación misma de la elegancia y el refinamiento. Un hombre que destacaba por su gentileza, y que a pesar de los grandes misterios que le rodeaban  manifestaba invariablemente una dignidad que cautivaba a toda persona con la que trataba. O en palabras del gran erudito y ocultista Manly P. Hall, St Germain “habitaba modestamente en el interior de un aura de grandeza”.

Obra

Como todo en la vida de St. Germain, resulta bastante complejo rastrear su legado literario. Por un lado se habla de un manuscrito un tanto fantasmagórico titulado Les Arcanes ou Secrets de la Philosophie Hermétique, que está ligado a un esotérico francés de nombre Lenain. En su Doctrina Secreta, Madame Blavatsky cita un par de ensayos sobre numerología que atribuye al conde. También se asegura que existe un pequeño volumen escrito por él, sobre este mismo tema, en la Bibliothèque Nationale, en París, aunque oficialmente no se ha podido dar con este texto. En cuanto a los manuscritos que se le pueden atribuir con razonable certeza, en realidad solo se cuentan dos. Uno de ellos es La Très Sainte Trinosophie (La Santísima Trinosofía), relativamente accesible y que ha sido editada en español. Esta obra representa una síntesis de tres corrientes herméticas: la gnóstica, la rosacruz y la masónica (la copia original se encuentra en la Bibliothèque de Troyes).  Este manuscrito se encontró en manos de Caligostro y le fue incautado por miembros de la Inquisición en Roma.

El otro texto, y cuyo original forma parte de la colección de Manly P. Hall, se trata de un volumen impreso en formato triangular titulado La Magie Sainte révélée a Moïse , retrouvée Dans un Monument Egyptien, et précieusement conservée en Asie sous la devise d’un Dragon Aile (La sagrada magia revelada a Moises, recuperada en un monumento egipcio y cuidadosamente preservada en Asia bajo la custodia de un dragón alado). Este texto, consultado por innumerables logias masonas, está escrito a la manera de los manuales de magia ceremonial, es decir, ofrece instrucciones específicas, aunque seguramente codificadas, sobre cómo proceder para consumar rituales.

Sus enseñanzas

Si bien el Conde de St Germain está ligado a distintas tradiciones místicas, entre ellas la alquimia, y a derivados de estas como la Masonería, el camino Rosacruz, la Sociedad teosófica de Blavatsky y compañía e incluso a los iluministas alemanes (Iluminati), lo cierto es que más allá de un código específico su principal enseñanza consistía en enfatizar sobre las infinitas posibilidades que habitan en el interior de toda persona —tal vez refiriéndose a lo que popularmente conocemos como ‘el juego de la vida’— y que a través de la disciplina práctica guiada por un núcleo firme de principios (una congruencia armónicamente implementada) el ser humano debe orientar toda su energía a emanciparse del mundo material para acceder a la interacción con la divinidad.

Por otro lado el conde personificaba una especie de Renacentismo místico, muchos siglos antes del surgimiento de la corriente que hoy conocemos como New Age y de sus primeros antecedentes como la Sociedad Teosófica, ofreciendo en una enseñanza entre líneas el concepto de la unidad: no importa cuál de las grandes tradiciones espirituales decidas seguir, lo que realmente tendrá valor es la honestidad, la consistencia y la dignidad con la que lleves. Y si es el caso, eventualmente comprobarás que todos los ríos del espíritu nacen y terminan en una misma fuente.

Conclusión

Tras leer este artículo sobre St Germain seguramente muchos coincidirán con Casanova al considerarlo un refinado charlatán y, en contaste, otros habrán encontrado la información necesaria para justificar su devoción en torno a la figura de este maestro. Pero como mencionábamos al principio, tal vez el mejor acercamiento a este tipo de personajes sea el de concebirlos como fuentes de inspiración, como ejemplos del potencial humano que cada uno de nosotros proyectamos ineludiblemente, fenómeno que podría resumirse en una frase: estamos diseñados para diseñar(nos).

Para cerrar, a continuación unas líneas del propio St Germain que son celosamente guardadas por el Museo británico y que inauguran el capítulo dedicado al conde en el libro Sages and Seers de Manly Palmer Hall (The Philosophical Research Society, 1959):

 

Philosophical Sonnets

Curious scrutator of all nature,

I have seen gold thick in the depths of the double mercury.

I have seized its substance and surprised its changing.

I explain by that art the soul with the womb of a mother,

Make its home, take it away, and as a kernel

Placed against a grain of wheat, under the humid pollen;

The one plant and the other vine-stock, are the bread and wine.

NOTHING was, God willing, NOTHING became something,

I doubted it, I sought that on which the universe rests,

NOTHING preserves the equilibrium and serves to sustain.

Then, with the weight of praise and of blame.

I weighed the eternal, it called my soul,

I died, I adored, I knew NOTHING more.

* Traducción de Manly P. Hall

 

Soneto Filosófico / Conde de Saint Germain

Curioso escrutador de la naturaleza entera,

He conocido del Gran Todo el principio y fin,

He visto el oro en potencia en el fondo de su minera,

He captado su materia y sorprendido su fermento.

Expliqué por medio de qué arte el alma de los flancos de una madre,

Hace su morada, la transporta, y como una pepita,

Puesta junto a un grano de trigo, bajo el húmedo brote,

La una planta, y la otra cepa, son el pan y el vino.

Nada era, dios lo quiso, la nada devino algo,

Dudé, busqué en qué se apoya el universo,

Nada guardaba el equilibrio y servía de sostén.

Finalmente, con el peso del elogio y de la culpa,

Pesé al eterno, el llamó a mi alma,

Morí, adoré, yo no sabía ya nada más.

* Traducción de David García Valverde

 

Soneto Filosófico / Conde de Saint Germain

Curioso, hurgué la tierra completa;

del Todo, principio y fin conocí;

en honda mina del oro vi la veta,

su materia y su fuente descubrí.

 

Dije que alma en útero divino

se forma, florece; y que semilla

con un grano de trigo, en arcilla,

hacen, planta y cepa, pan y vino .

 

Nada se hace algo nada siendo,

dudé, busqué base al universo,

nada lo nivelaba ni soportaba.

 

Al fin, de elogios y quejas armado,

a dios desafié, él mi alma llamó,

morí, amé, más mi saber no daba .

* Traducción aportada por nuestro lector Homefoc

 

Poèmes philosophiques sur l'Homme / Comte de Saint-Germain

Curieux scrutateur de la nature entière,

J'ai connu du grand tout le principe et la fin,

J'ai vu l'or en puissance au fond de sa minière,

J'ai saisi sa matière et surpris son levain.

 

J'expliquai par quel art l'âme aux flancs d'une mère,

Fait sa maison, l'emporte, et comment un pépin

Mis contre un grain de blé, sous l'humide poussière,

L'un plante et l'autre cep, sont le pain et le vin.

 

Rien n'était, dieu voulut, rien devient quelque chose,

J'en doutais, je cherchai sur quoi l'univers pose,

Rien gardait l'équilibre et servait de soutien.

 

Enfin, avec le poids de l'éloge et du blâme,

Je pesai l'éternel, il appela mon âme,

Je mourus, j'adorai, je ne savais plus rien.

 

Twitter del autor: @paradoxeparadis / Lucio Montlune

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