Generalmente resulta interesante el observar la des-contextualización de un elemento cotidiano para ser situado o en un entorno que la praxis no le ha originalmente asignado, pero cuando de arte se trata, este ejercicio generalmente termina en una propuesta que en el mejor de los casos puede considerarse como una coquetería creativa. Sin embargo, de vez en cuando, alguna de estas iniciativas suele destacar por la paciencia o la destreza implícitas en las obras que de ella resultan.
Y tal parece ser el caso de las esculturas que crea la diseñadora originaria de Massachusetts, Jennifer Maestre, uniendo miles de lápices de colores. La técnica que utiliza esta mujer es francamente artesanal. Entre los preparativos se incluyen el separar los lápices por paletas de colores y sacar punta a cada uno de ellos –una sola pieza puede llevarse más de un millar. Posteriormente, tras haber trazado el modelo al que dará vida, Maestre rebana los lápices de distintos tamaños y los perfora. Finalmente va cociendo uno por uno, uniéndolos con hilo a partir de una estructura circular.
El resultado son punzantes pulsos multicolores que, unidos a través de formas geométricas, terminan por animar quiméricos seres que rinden tributo a la paciencia y el orden mental de su creadora.