“El arte es una especie de impulso innato que se apodera de un ser humano y lo hace su instrumento. El verdadero artista no busca sus propios fines, sino que permite al arte realizar sus propios fines por su intermedio.”
Carl Gustav Jung.
“Cuando las personas creen necesario expresar en palabras una experiencia interior, como un sueño, una emoción o un sentimiento complejo, echan mano de un tipo especial de lenguaje llamado metáfora, que es la característica contribución del lado derecho del cerebro a la capacidad comunicativa del lado izquierdo” (Leonard Shlain, El Alfabeto contra la Diosa, 2000). Las metáforas, al utilizar palabras que evocan imágenes mentales no literales, permiten saltar el abismo de lo inefable, conduciendo al receptor a donde el lenguaje literal es incapaz de llegar. En otras palabras, toda metáfora es un símbolo creado para aludir a eso irrepresentable de lo que el mero signo no puede dar cuenta. ¿Y qué es la historia del arte y la literatura sino pura metáfora, sino una vasta, inmensa metáfora de la vida, un medio para imaginar y expresar la belleza y el drama de nuestra existencia, no solo de nuestra realidad evidente, la del mundo cotidiano y de los sentidos, sino de nuestras realidades psíquicas más profundas, nuestras emociones y nuestros anhelos, nuestras sensaciones y nuestros sueños, los símbolos que emergen de nuestra propia alma?
Para el mítico escritor de comics Alan Moore, el arte es literalmente magia. La magia, en palabras de Moore, es la práctica de manipular símbolos a través de palabras o imágenes para generar cambios de consciencia, y esto es lo que hace el arte. El arte puede entenderse como un movimiento que va de lo subjetivo (el mundo interno del artista) hacia lo subjetivo (el receptor). El artista es un creador de símbolos capaces de resonar en el mundo interno de los otros.
Pero esta expresión de la subjetividad del artista no será verdadero arte, auténtica magia, sino se convierte en un medio para la revelación del alma colectiva. El verdadero arte, para Moore, no es un mero esparcimiento y distracción de la realidad cotidiana, sino que tiene una función trascendente. Su función es la de transformar el mundo y elevarlo, enriqueciendo y nutriendo la cultura. “En los últimos tiempos creo que los artistas y escritores han permitido ser vendidos a lo largo del río. Aceptaron la creencia predominante de que el arte y la escritura son simplemente formas de entretenimiento. No son vistos como fuerzas transformadoras que pueden cambiar a una persona y a una sociedad. Son vistos como simple entretenimiento, cosas con las que podemos rellenar 20 minutos cada media hora mientras esperamos morir. No es el trabajo del artista darle a la audiencia lo que la audiencia quiere. Si el público supiera lo que necesita, ya no serían el público, serína el artista. Es el trabajo de un artista darle al publico lo que necesita” (Ibid).
“Cuando la vida consciente se caracteriza por la unilateralidad y una actitud falsa, entonces entran en actividad estas imágenes, podría decirse que instintivamente, y surgen a la luz en los sueños y visiones de artistas y videntes, restaurando así el equilibrio psíquico de la época… el trabajo del poeta viene a llenar la necesidad espiritual de la sociedad en que vive, y por esta razón su trabajo significa algo más que su destino personal, se dé cuenta o no de ello. Siendo esencialmente el instrumento para su trabajo, está subordinado a él y no podemos esperar que lo interprete para nosotros. Ha tratado de darle forma lo mejor posible y debe dejar que los demás y el futuro lo interpreten. Una buena obra de arte es como un sueño: a pesar de su aparente realidad, no se explica por sí misma y siempre es verídica. Un sueño nunca dice: «usted debe creerlo» o «esta es la verdad». Presenta una imagen en la misma forma que la naturaleza deja crecer una planta, debiendo llegar nosotros a nuestras propias conclusiones… En el caso de una obra de arte, debemos dejar que ella actúe sobre nosotros así como actuó sobre el artista. Para comprender su significado debemos permitir que nos moldee como lo moldeó a él, entonces comprenderemos la naturaleza de su experiencia. Vemos que la ha extraído de las fuerzas curadoras y redentoras de la psiquis colectiva que subyace en la consciencia humana con su aislamiento y errores penosos; que ha penetrado en esa matriz de vida en la que todos los hombres están incrustados, la que imparte un ritmo común a toda la existencia humana y permite al individuo comunicar sus sentimientos y luchas a toda la humanidad.” (Carl Gustav Jung, “El Hombre Moderno en busca de su Alma”, 1933).
Videoconferencia- Ciruelo, el arte es la puerta