La importancia que Facebook ha cobrado en nuestra vida cotidiana parece cada vez mayor, más vital e imprescindible, una suerte de espejo digital que diariamente lustramos, un diario intangible (y las más de las veces fútil) al que es nuestra propia vida la que nos ata en la necesidad insaciable de reseñarla para los otros, esa comunidad igualmente incorpórea que, suponemos, está atenta a nuestras actualizaciones.
Como muestra de esto recientemente se presentó una aplicación que permite redactar el mensaje que el usuario quisiera que se mostrara en su muro de Facebook una vez que llegue el momento de su lamentable deceso. Las últimas palabras para los deudos virtuales.
La aplicación se llama “If I Die”, “Si muero”, y su funcionamiento es, por decir lo menos, ominosamente extravagante: después de instarla, el usuario debe escoger a tres contactos en Facebook, altamente confiables, cuya tarea es comprobar la eventual muerte de su amigo. Luego de esto, la actualización de estatus puede ser en un video o un mensaje literal o lo que sea que el usuario elija. Lo importante es que los tres contactos confirmen el fallecimiento, luego de lo cual las actualizaciones comienzan a liberarse, en una sola tanda o cautelosamente programadas.
No sería ocioso preguntarnos quién estaría tan enamorado de sí y de su propia desaparición como para echar a andar este mortuorio proceso digital.