El problema es que de acuerdo con el susodicho estudio, estas variedades de maíz, como muchos de los alimentos genéticamente modificados, afectan la salud de los mamíferos cuando se incluyen en la dieta diaria, en este caso en particular los alimentos de Monsanto se relacionan con daño de órganos en ratas.
Y si bien el gigante de los transgénicos se defiende con sus propias investigaciones, mismas que solo toman 90 días, después de los cuales la empresa da por bueno cualquiera de los alimentos que produce si estos no provocan efectos dañinos visibles en los sujetos de experimento, al menos en este caso la aprobación por parte de las autoridades sanitarias de cada país parece a todas luces prematura.
En cuanto a las consecuencias específicas que el consumo de semillas Mon 863, Mon 810 y NK 603 implicó en las ratas analizadas, las más notables fueron en las funciones del hígado y los riñones, los órganos principales en cuanto a desechar sustancias tóxicas se refiere, pero también resultaron afectados el corazón, el bazo, las glándulas suprarrenales en incluso las células sanguíneas.
Concluimos —escriben los científicos en el artículo donde da a conocer los resultados de su investigación— que nuestros datos sugieren fuertemente que dichas variedades de maíz genéticamente modificado inducen un estado de toxicidad hepato-renal […]. Estas sustancias nunca han sido parte integral de la dieta humana o animal y por lo tanto sus consecuencias en la salud para aquellos que las consuman, especialmente por extensos períodos de tiempos, son todavía desconocidas.
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