Sitiada por una nueva epidermis
Por: Psicanzuelo - 12/25/2011
Por: Psicanzuelo - 12/25/2011
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo
José Gorostiza, Muerte sin fin
Para cerrar el año Almodóvar nos recuerda sus excéntricos antiguos pasos donde sin miedo y todavía en la gran cruda de la movida madrileña nos amenazaba con su ridículo camp que se tomaba en serio. No solo regresan las combinaciones de colores estridentes contra la paleta sobria y elegante desprovista de color, regresa también el misterio con un origen sexual de una aberrante discordia genérica, y una vez más, aunque usted no lo crea, desfila en sus sets nada más y nada menos que Antonio Banderas.
La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011) es un thriller de tintes hitchcockianos que raya entre el homenaje y plagio al director Georges Franju con su obra maestra de 1960, Los ojos sin rostro. Esto no importa puesto que la película cobra vida por sí misma, un auténtico pulso salvaje que podría ser uno de los más poderosos testamentos de la obra de este autor (cuando más parecía permanecer nadando de a muertito en la complacencia).
Y es que el presente cobra una vida nueva ante cada uno de los viajes que hacemos al pasado, transformando a los personajes tanto en sus motivaciones como objetivos en la mente del espectador, la cinta no deja de sorprendernos y hacernos sentir diversas sensaciones; cuando estamos seguros de algún carácter enseguida todo es muy distinto y la situación se transforma. Las travesuras de Almodóvar han vuelto pero en otra dimensión, provocada no solo por el acceso a un enorme presupuesto y colaboradores muy capaces, sino por la madurez de una artista que no abandona las mismas obsesiones que dejan de ser un juego y se convierten en letanías del ocaso de Occidente. El trabajo de Almodóvar tiene que ver con el autoconocimiento, con un estilo cada vez más perfeccionado, un rigor que lo ha vuelto un excelente director; en lugar de decir lo mismo más bien va entendiendo lo que ha querido decir desde un inicio, con un resultado aterrador y fascinante al mismo tiempo.
El hermano malo vuelve hambriento para follarse una vez más al tesoro del hermano bueno. Vestido de tigre rayado de carnaval, hablando con acento portugués, sin un solo cabello en la cabeza brillante, hirviendo en cada gesto. Hermano felino con maquillaje infantil, ignora lo que habita en esa piel, lo que nunca podrá tener, lo que lo condena infinitamente en un inextinguible deseo sin fin.