Calles de Londres modifican la estructura cerebral de los taxistas que las recorren

Muchas ciudades en el mundo se caracterizan por tener un complejo sistema vial, laberíntico a veces, en el que no faltan las calles apenas perceptibles y los callejones que no llevan a ninguna parte.

Y si bien podrían citarse varias urbes con este singular estilo, por ahora Londres es el mejor ejemplo a la mano, sobre todo porque los conductores de sus icónicos taxis negros tienen que aprobar un exhaustivo examen, conocido como “The Knowledge”, en el que demuestren que conocen a la perfección incluso los atajos más secretos de la ciudad: 320 rutas que comprenden 25,000 calles y 20,000 sitios de interés y puntos importantes en 10 km a la redonda de Charing Cross.

Como se ve, la prueba exige capacidades mentales de alto nivel, y quizá esta sea la razón por la cual Eleanor Maguire y Katherine Woollett, del centro de neuroimagen del University College London, decidieron investigar qué sucedía dentro de la mente de los conductores sometidos a semejante esfuerzo.

El estudio se llevó a cabo con 79 choferes con entrenamiento para manejar un taxi (y eventualmente enfrentar el Knowledge) y 31 personas como grupo de control sin ninguna intención de volverse taxistas, de cuyos cerebros tomaron imágenes durante varios años para compararlas entre sí, además de evaluar su desempeño en pruebas de memoria.

Al principio los participantes no mostraban diferencias notables en su estructura cerebral o en su capacidad de memoria y en especial el hipocampo anterior y posterior, que por estudios previos se sabe que tiene un mayor tamaño en taxistas de Londres, era más o menos de las mismas dimensiones en ambos grupos.

Con el paso de los años únicamente 39 de los que aspiraban a convertirse en taxistas aprobaron el Knowledge, con lo cuales las investigadoras conformaron un tercer grupo de estudio, quedando la división de esta manera: los choferes que pasaron el examen, los que no y los que no tenían por qué intentarlo.

Así las cosas, las resonancias magnéticas practicadas en los voluntarios demostraron que en los taxistas que aprobaron la prueba la materia gris se había incrementado en la parte trasera del hipocampo. La materia gris, recordemos, se compone con las células nerviosas en el cerebro donde los procesos mentales tiene lugar. Por el contrario, de los otros dos grupos ningún participante mostraba cambios significativos en su estructura cerebral.

En cuanto a las pruebas de memoria, previsiblemente los taxistas (en general) fueron mejores al recordar puntos de referencia londinenses en comparación con el grupo de control. Sin embargo, de manera un tanto sorpresiva, tanto el grupo de control como los taxistas que no aprobaron el Knowledge fueron mejores en otras pruebas de memoria no relacionadas con la ciudad, como recordar información visual compleja.

Al anunciar los resultados de su investigación Maguire destacó que al menos el hipocampo puede cambiar en su estructura por los estímulos externos que reciba. “El cerebro humano permanece ‘plástico’ incluso en la edad adulta, permitiendo que se adapte cuando aprendemos nuevas tareas”, concluyó Maguire.

[Wired]

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