¿Tiene sentido la reencarnación ahora que somos 7 mil millones de personas en el mundo?

Hace unos días, los medios informativos anunciaron con estrépito que la población mundial de seres humanos había alcanzado y superado la abrumadora cifra de 7 mil millones de personas. Sin embargo, más allá de repetir dichos lamentos o celebraciones, el acontecimiento puede considerarse desde una óptica más original.

Así lo hace Ed Halliwell, escritor y maestro de meditación residente en Sussex, Inglaterra, quien se pregunta si esa drástica alteración en el número de personas vivas en el mundo invalidaría la idea budista de la reencarnación, sobre todo si se toma en cuenta que fue solo en estos últimos veinte años cuando la cifra se elevó exponencialmente.

Sin embargo, como dice Halliwell, la idea que usualmente se tiene de reencarnación poco tiene que ver con los dictados del budismo. Comúnmente se piensa que reencarnar es algo como “uno dentro, uno fuera”: quien muere renace inmediatamente en algún otro sitio, lo cual contradice totalmente uno de los principios básicos de las enseñanzas budistas, aquel en el que se asegura que no existe ninguna alma, ninguna identidad permanente que se conserva de vida en vida. De ahí, dice Halliwell, que los budistas prefieran otros términos (como “renacimiento” o “retorno”) en vez del trillado “reencarnación”.

«El Buda enseñó que todas las cosas son impermanentes, en un estado de continuo cambio y flujo —nosotros incluidos. Mutamos constantemente mientras crecemos, nos desarrollamos, ganamos edad y decaemos, y eso que tendemos a pensar como el “sí mismo” es, de hecho, un montón siempre cambiante de partes corporales, pensamientos y sentimientos, influido por un amplio catálogo de causas y condiciones presentes y pasadas (historia familiar y cultural, entorno, escolarización, biología, y así sucesivamente). Pregúntate esto: ¿eres la misma persona que cuando tenías cinco años? ¿La misma persona que hace cinco años? ¿Que hace cinco minutos? Si no, ¿entonces no nacemos y morimos en cada instante?», escribe Halliwell.

De esta manera, si en el budismo se considera a la conciencia desatada de su forma corpórea, esta reemergerá en otros agregados, incluso en otros mundos. De ahí que el número de habitantes de este planeta no perturbe la idea de reencarnación: la vida que se manifiesta antes en otros seres (animales, insectos, etc.) podría estar ahora tomando forma humana; podría haber un influjo  de energías provenientes de otros planetas, reinos, universos, una especie de migración cósmica; finalmente, eso que llamamos “conciencia” humana podría estar manifestándose con un número mucho mayor de personas de las que requería antes. “Es un poco”, dice Halliwell, "como las olas del mar: diferente número y diferentes tipos de olas se alzan y se disuelven dependiendo de las condiciones del clima y el flujo del agua”.

Por lo demás, este tipo de especulaciones, aunque apropiadas para la curiosidad y el divertimento, se distancian también del espíritu de la doctrina budista: «son como el hombre que se rehúsa a remover de su cuerpo la flecha envenenada sin antes saber quién la disparó, qué tipo de arco se utilizó para lanzarla y de qué están hechas las plumas del asta. “El hombre morirá y todas esas cosas todavía le serán desconocidas”». 

[Guardian]

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