Here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life.
Vivimos tiempos extraños. Sea por el ocaso del sistema capitalista, por la explosión demográfica o por la grieta cada vez más amplia entre ricos y pobres, lo cierto es que la cultura se mueve entre tinieblas. Al abrir el periódico para revisar la cartelera cinematográfica hay un sentimiento de amargura ante el contenido al que está sujeto el espectador: el cine, fiel reflejo de la realidad. Fuera de la Cineteca y la programación del circuito de "salas de arte", la cartelera es un páramo caprichoso lleno de bodrios, churros y demás películas que en otro tiempo eran llamadas de serie B y que ahora son la regla. Explosiones, persecuciones y aburridas comedias románticas han acaparado la oferta, y aunque no cabe duda que cada vez hay menos películas de calidad, estas aún existen, pese a que rara vez toquen las pantallas de las grandes cadenas de exhibición. En este contexto, la última cinta de Terrence Malick es una bocanada de aire fresco, una obra mayor que se exhibe al lado de las producciones más rimbombantes de Hollywood, en gran medida debido a que Brad Pitt y Sean Penn tienen los roles protagónicos. The Tree of Life (2011) es una pieza primordial.
De alguna manera es una continuación de The Thin Red Line (1998), el otro lado de una misma moneda. Va una junto a la otra en un sentido metafísico, no literal. The Tree of Life trata de la familia de un soldado muerto en el campo de batalla, mientras The Thin Red Line es la batalla. Una sucede durante la Segunda guerra mundial, la otra en los años cincuenta, sin embargo, el parentesco es indeleble. Las imágenes que los soldados tienen de casa, uno de su madre y otro de su chica, remiten a la familia de The Tree of Life, si bien el único indicio de que esto sea así es el aviso de la muerte por medio de una carta. No hay otra referencia, pero creo que esas bastan.
Hay un fuerte contenido religioso: abre con una cita de la Biblia, del libro de Job; el nacimiento de la vida en el planeta apela al Génesis; gran parte de la música tiene una connotación cristiana; la familia es creyente y practicante, al grado de que el personaje de Brad Pitt, el padre, es quien toca el órgano en la misa dominical de la parroquia; se escucha el sermón de un sacerdote que extrae un segmento de, una vez más, el libro de Job —un poema didáctico en prosa con varias voces, con una estructura emparentada a la de la película; y el final, una alegoría del cielo bíblico. En Days of Heaven (1978) la marca religiosa está en el título y en una referencia directa al Apocalipsis, con el mundo envuelto en llamas. Malick de pequeño asistió a un colegio episcopal. Sin duda viene de un hogar devoto.
Por otra parte, la carga filosófica, aunque menos palpable, convive con la religiosa y juntas forman una cosmovisión propia: la amalgama de ambas. Malick estudió filosofía en Harvard, titulado con honores, y antes de estudiar cine estuvo a punto de terminar un doctorado. Su inclinación por la filosofía es tal que en 1969 tradujo al inglés un ensayo de Heidegger, The Essence of Reasons. Así, su obra cinematográfica está recubierta por ideas que trascienden la palabra y por ello necesitan de imágenes y sonidos para concretizarse. Terrence Malick hace filosofía a partir del celuloide.
El personaje de Sean Penn recuerda la vida que llevó junto a su hermano bajo el yugo de un papá estricto y exigente. Es una trama sencilla que transmite emociones complejas a través de un lenguaje visual que deja de lado el drama tradicional. La manera en que se unen los planos que conforman la película es una red tan intrincada que necesitó de cinco editores para llegar al montaje final, siendo un trabajo que por lo general lo hace una sola persona. Los diálogos se mezclan con las voces narrativas; varias personas hablan detrás de la pantalla, un recurso que Malick utiliza desde Badlands (1973), su primera cinta, si bien el número de voces ha ido en aumento.
The Thin Red Line comienza en una playa idílica, con uno de los personajes principales conviviendo con nativos de la región, en una suerte de Edén. Para cerrar el círculo, la parte final de The Tree of Life sucede en una playa igualmente idílica, como si estuviéramos finalmente en el cielo prometido por la religión cristiana. Es una secuencia controvertida, una licencia poética llevada al extremo.
“La única manera de ser feliz es amar. Si no amas, tu vida pasará de largo”, dice el personaje de Jessica Chastain, la madre silenciosa de quien solo se escucha el pensamiento, incapaz de hacerle frente a la dominación de su marido. Parece que esas palabras no han sido dichas lo suficiente, pues el mundo continúa en declive.
La película The Tree of Life/El Árbol de la Vida se estrenará en las salas de cine de la ciudad de México este fin de semana.