A lo largo de distintas épocas y distintas geografías han existido ciertas facciones o "perfiles" físicos particularmente apreciados por el resto de los miembros de esa sociedad o, en pocas palabras, gente bonita. Sin embargo, estar incluido en este popularmente cotizado grupo también conlleva pesos socioculturales que terminan por influir en la personalidad de una persona, influencia que no siempre resulta favorable.
Investigadores de las universidades de Edimburgo, Madrid y Barcelona realizaron un estudio cuya conclusión es que la gente bonita tiende a ser más individualista y a privilegiar el egoísmo sobre la cooperación. Uno de los criterios más comunes que se utilizan inconscientemente para determinar si una persona es bien parecida tiene que ver con la simetría de los elementos que componen su rostro. Y tomando en cuenta esta característica, Santiago Sanchez-Pages y Enrique Turiegano reunieron a un grupo de voluntarios dividido en dos grupos, los que tradicionalmente serían considerados como bonitos y aquellos que no.
El estudio concluyó que las personas con mayor simetría facial, es decir, aquellos que tendrían mayores probabilidades de ser considerados como bonitos, son menos cooperativos y paralelamente esperan menos cooperación de las otras personas. Una de las hipótesis para explicar este fenómeno tiene que ver con el rol evolutivo que las personas "simétricas" han desempeñado a lo largo de la historia: "Como la gente con rostros simétricos tiende a ser más sana y más atractiva, son más auto-suficientes y tienen menores incentivos a la cooperación o a buscar ayuda del resto. A través de selección natural a lo largo de miles de años, estas características permanecen hasta nuestros días", afirman los autores, quienes presentarán sus resultados en unos días dentro del marco de una reunión con académicos, científicos y artistas que han sido laureados con el premio Nobel.
[Guardian]