Así que al publicar su número Penthouse solo seguía el gusto de cierto público más o menos amplio, cruzando dos zonas de interés en un mismo espacio, la ficción científica y el entretenimiento pornográfico. Además, si tomamos en cuenta que apenas el año anterior se había estrenado la primera película de Star Wars, podría pensarse que Penthouse fue otro de los medios que quiso participar de este repentino auge por las fantasías futuristas del género humano.
Aquel número de de octubre incluyó un artículo sobre los derechos de los robots, un cuento de tintes proféticos firmado por Anthony Burgess sobre la decadencia del Imperio Británico de ahí a siete años (parte de su novela 1985; además, dicho sea de paso, también estaba reciente el estreno de adaptación fílmica de A Clockwork Orange, la obra más de célebre Burgess, dirigida por Stanley Kubrick en 1971), un reportaje sobre sexo con delfines, una entrevista con Leonard Nimoy (el célebre Spock de Star Trek), una muestra fotográfica de la que se pensaba sería la moda del futuro y, en la misma línea, algunos diseños de los automóviles que manejaríamos en 2001. Además, claro, de mujeres semidesnudas disfrazadas de aliens en posturas sugerentes y seductoras y caricaturas de tono subido que parodiaban sexualmente algunos de los íconos más populares del imaginario sci-fi de entonces.
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