Querido Anders Behring Breivik,
Muchos de mis amigo que conocí en Utoya están muertos y tú eres el verdugo. Tú eres el hombre que, por coincidencia, no me mató a mí. Tuve suerte.
Puedes pensar que has ganado. Puedes pensar que has arruinado algo para el Partido Laboral y las personas en el mundo que defienden una sociedad multicultural al matar a mis amgos y colegas del partido.
Date cuenta que has fallado.
No solo has hecho que el mundo se una, has llenado de fuego nuestras almas y date cuenta que nunca hemos estado tan unidos como ahora. Hablas de ti mismo como un héroe, como un caballero. No eres ningún héroe. Pero has creado héroes. En ese día cálido de julio en Utoya creaste algunos de los más grandes héroes que el mundo ha visto, uniste a personas de todo el mundo. Negros y blancos, hombres y mujeres, rojos y azules, cristianos y musulmanes.
Hiciste mártires de tus víctimas, inmortales, y has mostrado al mundo que cuando una persona puede exhibir tanto odio como tú has hecho, se imaginen cuánto amor podemos mostrar si nos unimos. Personas que pensaba me odiaban me han dado abrazos en la calle, personas con las que no he tenido contacto en años me han escrito 300 o 400 palabras sobre todo lo que significa que haya sobrevivido. ¿Qué dices de eso? ¿Has roto algo? Al contrario, nos has unido.
Has matado a mis amigos, pero no has matado nuestra causa, nuestras opiniones, nuestro derecho de expresarnos. Mujeres musulmanas recibieron abrazos de simpatía de forma aleatoria, mujeres noruegas en las calles. Y si tu meta era proteger a Europa del Islam, tus acciones han ido en contra de tu propósito.
No mereces las gracias; tus planes fallaron. Muchas personas están enojadas, eres la persona más odiado en Noruega. No estoy enojado, no te tengo miedo. No nos puedes tocar, somos más grandes que tú. No respondemos al mal con el mal, como querías. Luchamos contra el mal con el bien. Y ganamos.