Tal vez la imaginación sea una forma de crear el futuro y con cada pensamiento que proyectamos estamos diseñando los nuevos escenarios que habitaremos. Uno de los temas dominantes en la ciencia ficción y en la literatura de anticipación actualmente es la inteligencia artificial y sus implicaciones psicosociales: la convivencia entre el hombre y las máquinas que superarán en muchos aspectos las capacidades humanas. Esta es la historia de Frankenstein en la era de los robots, en la era en la que el tecné hace posible un Gólem que se acerque a Dios.
Existen dos visiones contrastantes entre lo que se ha dominado como el transhumanismo (el hombre que se encuentra en transición hacia una nueva especie, donde la evolución es acelerada por la tecnología). Primero, la visión del inventor y sumo sacederote de los cyborgs, Ray Kurzweil, quien cree que el hombre y las máquinas se fusionarán de manera cristalina y sin sobresaltos, hasta el punto de vencer las cuitas humanas (logrando la hiperinteligencia, la inmortalidad y la felicidad digital permanente). Por otro lado, la menos optimista de Hugo de Garis, quien cree que la llegada de la inteligencia artificial y lo que llama "los artilectos" generarán la gran guerra del futuro, cuando los hombres se resistan al dominio de las máquinas y de los hombres que se han aliado y aumentando con estos entes cibernéticos.
Tanto de Garis como Kurzweil creen que la llegada de la inteligencia artificial, la integración corporal de la nanotecnología y la ingeniera genética son inevitables y solamente cuestión de tiempo (Kurzweil cree que la fusión entre el hombre y la máquina ocurrirá en el 2045). (Actualmente el fascinante proyecto Blue Brain se encuentra en etapas avanzadas en su recreación de un cerebro humano en una computadora).
"Una vez que una especie biológica llega a un nivel de inteligencia que le permite tener ciencia y matemáticas, está a solo un pequeño paso de llegar a la etapa artilectual cuya inteligencia potencial es astronómicamente más grande que cualquier nivel biológico. Un artilecto del pasado distante en un universo anterior pudo haber diseñado y construido nuestro universo. Sería nuestra deidad”, dice de Garis.
¿Avanzamos hacia el origen, son las máquinas inteligentes nuestro destino, en un círculo completo y entonces no son "antinaturales" como a veces se objeta? Kurzweil cree que más que nuestros creadores, la creación de máquinas hiperinteligentes nos colocará en el ámbito de la divinidad, con conciencias inmortales capaces de descargarse en la materia inorgánica e imperecedera (flotando en planetas artificiales hasta el fin del universo). En este sentido, señala que no habrá gran pelea: todos querrán y aceptarán este nuevo orden en el que el mundo se beneficiará de los magníficos dones que brindará la inteligencia artificial y su interfaz humana. Una pelea contra las máquinas inteligentes sería absurda, según Kurzweil, como una guerra entre el ejército de Estados Unidos y los Amish (donde las máquinas inteligentes fácilmente ganarían).
En cambio de Garis considera que justamente porque las máquinas inteligentes —los artilectos o los cyborgs— serán tan superiores, el hombre irá a guerra contra los hombres que busquen aumentar sus capacidades a través de la integración tecnocorporal antes de que logren crear un ejército de robots inteligentes, lo que causará la gran guerra del siglo 21, "un gigacidio".
"Si todos se modifican de la misma forma y a la misma velocidad, entonces hipotéticamente la totalidad de la (post) humanidad podrá marchar uniformemente hacia un futuro artilectual sin problemas. Pero esto es poco realista. Lo que es más probable es que algunas personas se volverán cyborgs rápida y ampliamente, mientras otros lo harán de manera más lenta y moderada. También es virtualmente cierto que habrán muchas formas de hacerse cyborg, ofrecidas por diversas compañías de ciborgización", recalca de Garis.
En un principio los componentes "artilectuales" que se irán añadiendo permitirán un significativo aumento en las capacidades mnemónicas y de procesamiento, pero no así en la inteligencia emocional, lo cual podría generar una distorsión en la personalidad y en la conducta. Algunos humanos podrían notar esto —o simplemente reaccionar contra esta especie divergente, más rica, más bella e "inteligente"— y acudir al "corazón" y al "espíritu" para cambiar el destino. La victoria, sin embargo, no estará asegurada, de la misma forma que hoy en día la victoria para las masas oprimidas (y su onírica re-evolución) no está asegurada en contra de la élite hegemónica que explota el "espíritu" del hombre, avanzando, consciente o inconscientemente, hacia su maquinización (y esclavización masiva a través de la imposición tecnológica de un modus vivendi).
¿Merge or purge? Se pregunta de Garis. ¿Nos fusionaremos o nos expurgaremos? (¿Ser máquinas o no ser? ¿Es esta la gran pregunta de las siguientes décadas?) Según distintas encuestas recopiladas por el futurólogo Hugo de Garis, las cosas están muy reñidas, promediando cerca de un 50:50 de personas que dicen querer integrar máquinas a su cuerpo y las que consideran esto algo indeseable (entre científicos chinos, el 80% dice querer un futuro como cyborg). Esto predice un gigantesco predicamento, lleno de fricción (cuando la ciencia ficción llegue a tu tienda más cercana).
La religión de nuestro siglo es la tecnología (y los sacerdotes son los científicos). Antes lo que reinaba era la magia. Quizás el único rival digno de una sociedad (utopía o distopía) de robots inteligentes es una sociedad de hombres capaces de controlar su propio sistema operativo de una forma reminiscente de los grandes magos de las leyendas esotéricas (como Thoth, como Quetzalcoatl, como Milarepa, como Merlín). Oscilando en el puente entre "la bestia y el superhombre", el hombre tendrá una última posibilidad de reclamar su propia humanidad (la luz en el corazón de las tinieblas) para incorporar en la arquitectura del futuro un diseño armónico con la naturaleza. Tal vez el sueño de la inmortalidad y de la felicidad suprema no tenga que pasar por las máquinas; en el jardín de senderos que se bifurcan, nos enfrentamos con lo que dijo Nietzche: “El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra!”, un canto telúrico que puede ser comprendido de diferentes formas. ¿Cuál es el sentido de la tierra? ¿Nos habla con una voz robótica, detrás de este constructo que llamamos realidad? ¿O esa voz es tu voz, que habla desde dentro de un árbol ubicuo?