La práctica alquímica es en esencia un arte. Pero esta relación, como aparentemente todo en el universo, también funciona a la inversa. El acto de crear lleva implícito un proceso de transmutación que, en caso de que en realidad se trate de un ejercicio artístico, también conlleva necesariamente una labor de purificación o reformación de algo ya existente. Y en este sentido pocas obras sirven para ilustrar esta analogía con mayor fidelidad que un subgénero artístico conocido como arte de las sombras (shadow art), impulsado por una pareja de creadores británicos, Tim Noble y Sue Webster.
Este pulso creativo consiste en generar sombras a partir de elementos que presumiblemente tendrían poco que ver con la figura proyectada, en particular con formaciones de basura. Noble y Webster construyen instalaciones con una ecléctica gama de deshechos finamente unidos para dotar con inesperada vida a figuras humana que difícilmente hubiesen podido imaginar que emergerían de un aparentemente caótico montón de basura. Un aspecto fundamental de este teatro transmutante es la iluminación: la intensidad de la luz que se está depositando en la instalación para lograr que detone, con acupuntúrica precisión, la escena buscada.
Pero quizá lo que más llama la atención al presenciar la obra de este dúo de artistas es lo sorprendente que resulta el asociar la materia física con la proyección de sombra a través de esta técnica, como si se tratara de una estética disociación entre la tercera y segunda dimensiones, o como si la forma se reformara a través de un eco que deriva en algo completamente distinto a la fuente original. Y lo anterior de algún modo nos recuerda que el arte, quién se atrevería a negarlo, guarda también una íntima relación con la magia.