Uno de los jueces recordó entonces una maldición que había proferido la corte a un abogado que había insultado a los jueces: la retribución preferida fue que el abogado reencarnara como un perro.
Aún ofendido, uno de los jueces sentenció al animal a morir apedreado por los niños locales (acción que para las costumbres occidentales suena atroz). Por suerte, este canino (o abogado transmigrado) logró escapar antes de ser ultimado por las piedras.
Según el diario Yediot Aharonot, un grupo defensor de los derechos animales se quejó ante la corte, la cual respondió a través del rabino Avraham Dov Levin que los jueces no habían pedido la lapidación del perro. Sin embargo, según la misma fuente periodística, uno de los administradores de la corte confirmó que esa fue la sentencia dictada.
Algunas escuelas de pensamiento en el judaísmo creen en la reencarnación de las almas.
Según cuenta Xenofanes, el filósofo Pitágoras, quien introdujo en Occidente la noción de la transmigración de las almas, en una ocasión reconoció en un perro que estaba siendo maltratado a un viejo amigo que había muerto años antes.