Casino vs Japan: la elegancia secreta del IDM

La primera vez que escuche Casino vs Japan fue hace unos años que baje un disco doble de la red y me fui a una fiesta. No recuerdo nada del evento, pero después de la fiesta iba con un amigo a dejarlo a su casa y ya llegando puse un track de Casino vs Japan en el stereo Sirius; en vez de bajarse mi amigo se quedo a escuchar. Nos quedamos alrededor de 2 horas, como de 5 a 7 am porque empezó a amanecer, oyendo Hitori y Kaiso y luego Go Hawai en una de estas capsulas que son los pequeños autos de clase media; destilando alcohol en silencio solamente catalizando la melancolía (violáceo Saturno) de una noche sin conectar chicas en una energía de duermevuelo (que se volvia oniridiscente), de repente volteándonos a ver, y sólo diciéndome que le tenía que pasar el disco, en repetidas ocasiones; o totalmente azorados haciendo por dentro ese gesto que hace Ronaldiño cuando hace una jugada de fantasía, en un verdadero trance de las trasnoche, un exorcismo de luciérnagas y agujeros de gusano: uno de los momentos mas felices de la música en mi vida. Supongo que debido a la extraña afinidad con ese chico de Wisconsin que hace música en su computadora en una buhardilla de Milwaukee, tal vez tomando químicos e inventando paraísos artificiales en la oscuridad y nostros estabamos ahí en ese espacio atemporal conversando con Erik Kowalski (y con su gato que comparte sus pharming trips), extáticos, como en el preludio o en la penumbra de un cataclismo abstracto, del nacimiento de un monstruo geométrico que alteraría las leyes naturales, y habría 3 soles en el cielo y nos acercaríamos a Hawai ultravioletamente, pero que esto sería después, justo después de la eternidad de un pedazo de
casino
flotando
en el vacío.

Al parecer Casino vs Japan junto con Boards of Canada desaparecieron a una isla etérea donde ambientan una de las fiestas que te espera cuando cambies tu saco de huesos por una pijama de estrellas.



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