Fue en el año de 1998, 12 años después de la fatídica explosión en esa planta, que se unieron Consolidated Growers and Processors (CGP), la empresa Phytotech, y el Institute of Bast Crop de Ucraina para experimentar con el uso de plantas que pudiesen limpiar la tierra de esa zona de la enorme cantidad de metales tóxicos que seguían presentes. El objetivo era probar si las plantas, al alimentarse de los nutrientes del subsuelo también podían absorber metales radioactivos, en un proceso que se conoce como fitorremediación. Algunas plantas tienen la propiedad de absorber metales a través de sus raíces, y atrapar así algunos que son especialmente dañinos para el ser humano como el uranio o el estrocio 90. Una vez absorbidos, dichos elementos se acumulan en las hojas.
Entre las pruebas realizadas en aquella ocasión las plantas que más eficiente labor realizaron fueron el girasol y la marihuana pues limpiaron hasta un 80% de los metales nocivos en la zona afectada. Una vez completado el proceso de absorción las plantas deben incinerarse y posteriormente sus cenizas son tratadas como residuos radioactivos. La mala noticia es precisamente esto, la buena es que una vez concretada su heróica tarea, se podría establecer en una zona cercana una especie de shangri-la canábico para agradecer a esta planta su increíble desempeño. Pero más allá del lo que siguiera a las labores de limpiza, lo cierto es que con ello se confirma uno más de los múltiples beneficios que la cannabis puede aportar a la humanidad.