Enter the Void: el viaje de DMT más allá de la muerte

"Qué hay más allá de un viaje de DMT?”. “Sólo la muerte”. Esto es lo que descubre el protagonista de la película de Gaspar Noé, Enter The Void. Según un koan “en el polvo hay innumerables budas”, algo así como los ángeles que se anegan en la punta de una aguja, en el holograma del vacío cabe todo, el Aleph, la eternidad y toda tu vida flasheando y es hermoso. Pero puede ser terrible y pueden haber una infinidad de demonios en una partícula arremolinándose con la sustancia de una pesadilla que se repite (el infierno es lo mismo que sucede una y otra vez ¿cómo reencarnar?). Lo que Noé intenta representar es la pesadilla, la otra cara del sueño que llamamos realidad.

Fumas una mólecula que yace también en tu cerebro, el psicodélico más abundante y más poderoso que en 15 mil millones de años de evolución el universo ha podido sintetizar, que dentro del psi-hermético se le llama “el ojo de dios” y entras al vacío. Sunyata. Valga el contrasentido: ¿De que está hecho el vacío? ¿Que llena la nada? Al parecer ese entrevero del vacío, ese zaguán del Vacío Radiante -ya que acceder al vacío con lenguaje es imposible, y lo que tenemos es un translumbramiento- está habitado por el código que subyace a la arquitectura del mundo (ese castillo espectral) por aquello que compone el proceso de percepción. Son fractales, son mandalas (selbsts, nierikas y yantras) son rizomas, son algoritmos en sinestesia (los colores de la geometría sagrada) son números dorados de Fibonacci,… pero esto mismo en el espejo del cosmos es una constelación, una conflagración de galaxias, quasares, pulsares, agujeros negros, agujeros de gusano, almas de eones, procesos… esto mismo abajo en el espejo del cosmos, son moléculas, son espirales ribonucléicas, serpientes iridiscentes, son capullos con sus prístinas crísalidas, son vórtices, son medusas infernales, son médulas electroquímicas, son los microtúbulos de un árbol que se extiende por todo el espacio (higuera sideral), sistemas holísticos que se despliegan en olas de fotones.

Según estudios científicos, al morir ocurre lo que se llama “dilación temporal”. “Una dilación relativista del tiempo a último minuto que provee ‘una vida después de la muerte’ que en realidad ocurre microsegundos antes de la muerte y que por su enorme dilación temporal parece ocurrir después de la muerte”, dice el físico Gregory Hammond.

En esta entrevista Gaspar No-es dice que él no cree en la vida después de la muerte pero no por eso no puede hacer una película sobre la reencarnación, como no es necesario creer en los extraterrestres para hacer una película sobre extraterrestres. Lo que representa, entonces, es la ilusion. Beatífica ilusión de no morir, tu vida en un fractal (un siglo en un segundo). La ilusión de que ese pasillo, ese túnel arquetípico entrecortado por una fuente de luz lleva alguna parte, y volverás a nacer con renovados bríos.

La mejor representación de esta ilusión (ilusión según Gaspar No-es, según la ciencia occidental) es el viaje de DMT.  La resortera se extiende desde el principio del universo hasta el final y el hombre vive su vida entera intrincada con la vida del universo (los planetas son personas, las estrellas son historias de amor) en la vulva meteórica que atraviesa la memoria mineral de la divina máquina de la noche.

El DMT, entonces, puede ser concebido como esa dádiva que antecede a la muerte –su reverso que la aniquila por un segundo y simula la inmortalidad-, una joya que relumbra con la luz de la divinidad “que colgó en el cielo las estrellas” y que sin embargo es falsa… Es como si la Diosa Madre del Centro de la Galaxia (Kali, Coatlicue) te dejará asomarte entre sus piernas por un instante –vulva mundi- y pudieras ver el Valle de la Luz, entre su vello púbico el follaje del paraíso, la fábrica sublime de la vida eclosionando flores de nebulosas, un instante-diamante (por el caleidoscopio de Kali) de oniridisencias y luego te devorara el agujero negro. Sneak peak before the snake bites away.

El grupo de psytrance Shpongle hace una década produjo un memorable track, “DMT”, que  programó a las masas ravers expandiendo las siglas a "Divine Moments of Truth". Probablemente sea absurdo preguntarnos si los breves e intensos momentos (más intensos que la vida) que propulsa el DMT (o una experiencia cercana a la muerte)  son verdaderos o son falsos, pero supongo que esta es la pregunta que procede. La más bella alucinación es la que se presenta como real; la más seductora promesa es la que se promete inmortal (la dulce manzana de la eternidad). Seguramente no nos mistificarían tanto las visiones psicodélicas que produce nuestra mente si supiéramos que son caricaturas, sino pensáramos que podrían estar dejándonos entrever una realidad superior –más vibrante- a nuestra realidad mundana.

Y sin embargo, lo que nos dice el budismo, es que es esta realidad, esta vida, la que es una ilusión. Por eso lamas tibetanos conjuraron el Bardo Thodol o Libro Tibetano de los Muertos, en el que se inscriben una serie de prácticas destinadas a ayudar a la persona que muere a deslizarse entre el pasillo interdimensional del bardo hacia la luz clara del vacío y escapar la rueda de la reencarnación. Es parte del conocimiento popular la noción de que durante la muerte surge una luz dentro de un túnel y se dice que es menester dirigirse son propiedad hacia esa luz. El mismo Bardo Thodol habla de una luz de naturaleza espiritual que se manifiesta una vez que se depura el contenido atávico-ilusorio de la mente. Más allá de que esto pueda ser otro de estos trucos que juega la mente humana, es curioso que algunos expertos psiconautas del DMT hablan de ciertas etapas dentro de un viaje de DMT. Pasando el explosivo crisantemo incicial (el celofán kundalini que se rompe), a veces, se pueden penetrar cavernas o puertas en las que vigila un guardián, el cual a veces es un trickster que busca engañar y en otras ocasiones busca enseñar (como en un cassette de Nintendo de chamanes). Superando estas puertas, dicen los más expertos connoisseurs de los misterios de la dimetiltriptamina, se puede alcanzar una dimensión de luz pura blanca irradiante que baña el alma. Ya no más fractales y arabescos metamórficos, solo la luz.

Gaspar Noé viajó a Sudámerica a tomar ayahuasca (cuyo principio activo es el DMT), y fumó también el químico. Estudio textos budistas sobre la muerte y la reencarnación. Quiso representar de forma verosímil el viaje de la muerte y el viaje del DMT. Relató y dibujó sus experiencias para que el colectivo de animación digital BUF representará el viaje de DMT. Y los resultados son notables. Es quizás la versión cinematográfica más fiel y lograda de un viaje de DMT. Y sin embargo, es solo el viaje de DMT de una persona con su particular idiosincracia, desde su lente a través del cual observa el universo y al observar lo modifica. No podría ser de otra forma, pero indudablemente refleja su mucha o poca sensibilidad espiritual. Los neones fractales del viaje de DMT se mueven predominantemente en tonos rojos, el color justamente en la antesala de la reencarnación (la luz blanca es asociada con la dimensión de los dioses, la luz roja con la dimensión de los dioses celosos, la luz azul con la dimensión humana, la luz verde con la dimensión animal, la luz amarilla con la dimensión fantasmal, y luz cenicienta con la dimensión infernal).

Entre una niebla rojiza que destella, un hombre camina por un pasillo y se ve atraído por los sonidos guturales que prorrumpen de una habitación Entre las imágenes informes, cambiantes, que ragsan el velo de luz roja puede distinguir los cuerpos. Un hombre se abalanza sobre una mujer y la penetra. Y en ese instante el hombre que caminaba por el pasillo abre los ojos y ve los ojos de su madre (la mujer que era penetrada entre la niebla roja) que lo sostiene entre sus brazos. (¿Entrañable pornografía interdimensional que hace reencarnar?)

La visión de Noé es sumamente atinada para el contexto de su película, esta luz roja premonitoria de la psiconaútica de su protagonista significa en el Bardo Thodol las ataduras, el apego. El protagonista le dice a su hermana que nunca la dejará, y en esta concatenación espectral renace persiguiendo un deseo inconcluso (aunque el mismo Noé explica que la reencarnación en su película puede ser vista como una ilusión, y no sucede).

Por otra parte, aunque es difícil saber si Noé tiene conocimientos de esto, el DMT, según el Dr. Rick Strassman, se secreta en la glándula pineal (el tercer ojo), y la glándula pineal se forma en el feto humano a la séptima semana, lo que es equivalente a los 49 días que se dice en el Bardo Thodol tarda un alma en reencarnar. Es solo una conjetura,¿pero es posible que el alma humana entre al cuerpo humano a través de la glándula pineal? Rene Descartes fue famosamente ridiculizado por decir que esta misteriosa glándula, como un psicoducto, secretaba espíritus. Y si esto es así entonces ¿qué es el DMT, llamado “la molécula del espíritu” por Strassman? ¿Tal vez un neurotransmisor espiritual, una especie de “stargate” químico entre planos dimensionales?

Este tema abre nuevas preguntas, preguntas fascinantes que se vuelven vórtices en el centro de la condición humana. Tal vez alguien haga en un futuro la película del DMT y de la muerte en la que sea la luz blanca la que se manifieste en las visiones y podamos, entonces sí, entar al vacío y no volver a nacer (como una mariposa que entra al sol).

Unas últimas palabras para Gaspar Noé: … “What the caterpillar calls the end of the world, the master calls a butterfly.” -Richard Bach.

Ve en línea "Enter the Void" (Megavideo)

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