Asesinos, violadores, ladrones y demás criminales transformados en pacíficos budistas contemplando el flujo de sus pensamientos sin identificarse con ellos. Esto podría ser la trama de una película de comedia catártica, pero también es lo que empieza a suceder en la prisión William E. Donaldson Correctional Facility en Alabama, Estados Unidos.
El director de la prisión Gary Hetzel no entiende bien cómo funciona, sólo sabe que su programa de meditación Vipassana funciona y ha transformado a los presos que han tomado clases de esta técnica de meditación budista que postula la inseparabilidad entre el vacío radiante (o Sunyata) y el mundo de la apariencia.
Aunque solo el 10% de los internos ha completado el curso, las olas de tranquilidad se han esparcido por la prisión. Los cursos consisten en tres días de prepración con ejercicios de respiración en los que los prisioneros aprenden a enfocarse en sus sensaciones corporales y en los que requiere que los prisioneros no se hablen entre sí. Después de completado el curso muchos de los prisioneros han mantenido la costumbre de meditar, algunos hasta 10 horas al día.
Grady Bankhead, asesino convicto, dice que la meditación le ayudó a aceptar la responsabilidad de su crimen y encontrar la paz interior. “He estado aquí 25 años y esto sonará demente pero me considero el hombre más afortunado del mundo”, dice Bankhead, quien parece haner descubierto que la prisión o la libertad son estados mentales.
Según el Departamento de Correcciones en los 100 prisioneros que completaron el programa desde el 2007 se han producido 20% menos acciones disciplinarias.
En la década de los sesenta, Tim Leary llevó a cabo experimentos con presos a los que se les dio psilocibina, el ingrediente agctivo de los hongos alucinógenos, mostrando que aquellos presos que recibieron esta sustancia tenían un menor índice de reincidencia criminal una vez que salían de la prisión.