La mitad de la comida en el mundo se desperdicia

En 2010, el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP) lanzó un reporte en donde exhortaba a los productores de alimentos, empresarios y gobiernos del mundo, a priorizar los esfuerzos para reducir el desperdicio de alimentos. La estrategia tenía como objetivo primordial hacer un llamado para tomar conciencia ante la posibilidad de una futura crisis de escasez alimentaria. El director ejecutivo del organismo, Achim Steiner, puntualizó que “más de la mitad de la comida producida hoy en día se pierde durante el cultivo, se desperdicia o se tira como resultado de la ineficiencia de la cadena alimenticia humana”. También señaló que “existe evidencia de que el mundo podría alimentar a la totalidad proyectada del crecimiento poblacional tan solo haciéndose más eficiente, y a través de esto se aseguraría también la supervivencia de animales salvajes, aves y peces en este planeta”.

Hoy en día el mayor desperdicio de alimentos se da en los Estados Unidos, en donde más de un 50% de su producción total de comida es desperdiciada, cantidad suficiente para alimentar a todas las personas que padecen hambre en África. Así mismo, en Inglaterra y Japón cerca de 25 millones de toneladas de comida se desperdician anualmente, lo suficiente para mantener bien nutridas a más de 10 millones de personas hambrientas.

Por si fuera poco, los ambientalistas señalan que la comida que va a la basura no solamente representa una gran pérdida de recursos tales como el agua utilizada para la producción (más de mil trillones de litros de agua desperdiciados en comida que no será aprovechada), de trabajo humano y energético, un tremendo costo económico y una fuente de polución generada por su transportación. El principal problema, afirman, es que el proceso de putrefacción de los alimentos libera gas metano, el cual causa 20 veces más calentamiento atmosférico que el CO2, colocando a ésta como una de las más grandes problemáticas ambientales de nuestro tiempo.

Llegado a este punto, uno se pregunta si se ha hecho algún esfuerzo para resolver esta catástrofe. En todo el mundo han surgido propuestas para reducir la cantidad de desperdicios generados por la sociedad, algunas de ellas brillantes ideas del diseño tecnológico. En California ha comenzado la comercialización del Reactor de Microfusión, un aparato poco más grande que un refrigerador destinado al uso casero. A través de diferentes procesos químicos este aparato logra transformar los residuos orgánicos, así como cualquier material celulósico, en etanol. Esto plantea un panorama en el cual cada hogar llegaría a producir su propio combustible y a generar su propia energía por medio de basura orgánica. Sin embargo un aparato como este cuesta más de diez mil dólares y no deja de ser una solución basada en otro nuevo producto, por lo que partidarios de la ecología optan por la creación de organizaciones y movimientos que buscan generar mayor conciencia en una sociedad que parece no saber manejar su compulsión hacia el consumo.

Raphael Fellmer, ambientalista alemán y fundador de la organización Forward the Revolution, ha recorrido el mundo sin gastar un solo centavo. El es uno de los representantes del movimiento freeganista moderno, originalmente surgido en los años 60’s entre los hippies de San Francisco. “Intentamos vivir en armonía con nuestra tierra, así que aplicamos los principios de las 4 “R’s”: Rechazar, Reducir, Reutilizar y Reciclar”, dice Raphael mientras me convida un pan reciclado de un restaurante. Es un pan fino y en buenas condiciones que iba a ser tirado a la basura.  “Rechazar y reducir el consumo innecesario y el gasto de energía, y reutilizar y reciclar los alimentos que no vayan a ser consumidos. Esto tiene que ver con la capacidad de ser autosuficientes, liberarnos de la energía gris aprovechando los recursos que tenemos disponibles. La idea de Forward the Revolution no es la idea de un mundo que se alimente de la basura, sino de mostrar al sistema que un modo de producción en el que se desperdicia tal cantidad de recursos, es sumamente ineficiente y dañino para el planeta”.

Existen también múltiples organizaciones dedicadas a asesorar y guiar a las personas hacia una disminución en su consumo, generando menor cantidad de desperdicios y reduciendo su huella ecológica a través de la producción de composta, huertos urbanos o simplemente un mejoramiento de las costumbres alimenticias. Sin embargo aún son muchos los intereses que impiden que los proyectos se lleven a cabo. En varios países del mundo está prohibido recolectar la comida que tiran los restaurantes y supermercados. La razón es el temor a ser demandados por no “disponer adecuadamente de productos que pueden ser nocivos para la salud pública”. Mientras tanto, 70 mil toneladas de desperdicios rellenan cada año los basureros de México con comida que podría haber sido utilizada para alimentar a la población, pero que los grandes almacenes y cadenas restauranteras prefieren eliminar decisivamente antes que entregarla a programas que no incluyan remuneración. Esto es tan solo un ejemplo de la capacidad que tiene la ambición monetaria para ensombrecer el sentido común de la sociedad moderna.

 

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