En la historia de la humanidad, la muerte ha sido una una enegía fundamental en el actuar y proceder común. Símbolo reverso de la vida misma y seductora ilusoriedad del tiempo. La psique humana parece no entender fácilmente este tema, negar su destino final hacia lo que indudablemente sucederá es el común denominador.
Si reflexionamos un momento y entramos en contacto con lo que sentimos respecto a las doncellas nocturnas que abrazarán en un beso nuestro aliento para despojarlo de la carne y transportarnos a su frío mundo; observaremos que el miedo que surge, profundamente escondido en nuestra psique, hace su aparición como negación de la inminente verdad. La mente busca distraerse cuando se cuestiona el fin de la vida, se escabulle abandonando la presencia de la muerte como un tema irresoluto en el diálogo interno, un tema que dejamos para más tarde, “cuando este cerca quizá lo comprenderé, hoy no vale la pena”.
Otras culturas han desarrollado una visión mucho mas interesante de la muerte, han roto con esa barrera tan clara que construimos entre nuestro mundo y el mundo de los muertos.
En el Tíbet existen lamas dedicados a encaminar al que se encuentre cerca o ya inmerso en esta transición tan importante. El Libro Tibetano de los Muertos identifica 3 diferentes etapas por las que atravesamos llamadas Bardos, estos Bardos exigen diferentes retos y desalojos de la mente. En este importante desapego el Lama recuerda al viajero el camino donde deberá soltar los amarres de una vivencia que ha terminado y los anzuelos que el mismo ancló en este mundo. El sabio de la muerte también llamado Bardo puede ver en que estado se encuentra su paciente, conversa con sus mantrams mientras el sentido del oído aún permanece activo -el ultimo sentido que se pierde- después se comunica psíquicamente evaluando su estado y su posición mental.
Para el Bardo Thödol la muerte acontece en consecuencia a nuestras propias acciones, -es el cúmulo del Karma-, una acción recíproca de la vida con la muerte, un espejo de nuestras acciones y pensamientos que se acumulan en su consecuencia final.
Culturas africanas cuentan que el dios de la inmortalidad llegó tarde al encuentro con el hombre, y el dios de la muerte apareció primero dándole principio y fin a la vida humana. En general la muerte es vista como un error, un acto malvado de un demonio, o un catastrófico error de la creación.
Para el Bardo, el hombre ha perdido el paraíso enraizándose en las penumbras del sufrimiento por su propio gusto. Cuando el hombre valora los objetos materiales como elementos superiores a su verdad, y atesora la posesión de la materia, se aleja del camino espiritual, dando origen al sufrimiento, el paraíso se pierde en esta escala de valores que se separa de la sencilla naturaleza y la sencillez natural donde todo es posible. Los objetos no satisfacen al ser, su cuerpo se deteriora al paso del tiempo, la ilusión poseedora de sí misma cobra fuerza y dominio en la mente que poco percibe la riqueza del paraíso que existe en sí mismo; el objeto-tiempo se esfuma encendiendo la era del sufrimiento, el pretexto creciente de una necesidad que sufre –la perdida de su sí-mismo-paraíso.
El Bardo Thodol explica que para regresar al paraíso hay que moverse y transformarse; hay cosas tan profundas y arraigadas que se necesita una mutación que sólo puede proporcionar la muerte. Los maestros del Bardo alcanzan profundos estados meditatorios a través de los cuales pueden entrar al mundo de la muerte. Ahí, en ese mundo que ellos estudian, la transformación puede dar inicio a una etapa espiritual diferente. En esos senderos por donde todos cruzamos al morir, se puede observar una luz que envuelve, es posible sumergirse en esa luz de la muerte y despojarse de aquello que se sabe inútil, pero sigue pegado a la mente. Dejar lo que no sirve dando espacio a nuevos elementos de la conciencia. Los estudiosos del Bardo Thodol logran cambiar su estado mental, desvelando la fantasía humana y acercándose al encuentro con una realidad superior. Estos exploradores de la muerte están dispuestos a que muera una parte de ellos y así poder recuperar el nacimiento en la luminosa inocencia de su conciencia que integra el paraíso.
Este paraíso, al que se regresa al salir del sufrimiento, está simbolizado por muchas culturas alrededor del mundo como el sol, la luna, la luz nueva, el túnel de conciencia, un lugar luminoso donde todo se ve diferente; la clara luz y la paciencia mental sin pensamientos que en armonía clarifica y ilumina la conciencia humana de quien tiene espíritu para ver.
Esta luz-experiencia es narrada también por los cientos de hombres y mujeres que han muerto y regresado, ellos cuentan sobre ese espacio lumínico abundante en lo que podríamos denominar paraíso, un mundo sin sufrimiento, el nirvana, la iluminación.
En el Bardo Thödol la luz se expone desde el inicio de las enseñanzas como la luz de la naturaleza espiritual, su presencia es la señal de que se está conectando con el hiperespacio del espíritu donde se encuentran las salidas laberínticas al despertar de la conciencia. También puede ser vista en la meditación como guía y presencia que revela el camino. Luz propia, pero que permite el contacto con la pureza del ser.
Los lamas que ayudan al bien morir y al estudio del Bardo Thödol, recuerdan a sus pacientes lo que aprendieron en vida. Del poco o mucho estudio sobre el Bardo y la muerte que invirtieron en el transcurso de su vida, el lama se limita a recordar y guiar sobre algo que debió de ser atendido, si no se procuró el estudio del Bardo, la tarea será mas difícil, sujeta a miedo e incertidumbres que pueden dominar la voluntad. El Libro recuerda constantemente que estas enseñanzas preparan la mente en vida, aclaran que es importante impregnarse de esta información para que se capte en los niveles del subconsciente, así la muerte y sus transiciones serán recordadas y entendidas como un proceso natural.
El Bardo Thödol es un gterma-texto, (texto tesoro), textos antiguos que fueron escondidos para ser conservados durante tiempos de guerra o inconsciencia, muchos de ellos han sido encontrados en cuevas o antiguos templos en los Himalayas. Los tibetanos conservan muchos de estos textos-tesoro, cuya información proviene al menos de hace 3 siglos. Los libros fueron escondidos con la intención de que en el futuro un ser capaz de comprenderlos los encontrara. Los maestros que han encontrado estos tesoros, han sido guíados hacia sus escondites por medio de sueños o por información decodificada en meditaciones. Después de acercarse a esta información, algunos afortunados han seguido exitosamente la pista de dónde se encuentra el texto físicamente; pero en sueños los guardianes del conocimiento llamados Dankinis, le revelan el sentido oculto del libro, la información que solo comprenden algunos. No cualquiera puede encontrar los textos; se esgrimió un potencial mental para ocultarlos de la vista común, permanecen sólo abiertos a quien tenga la capacidad de descodificarlos. Así, han conservado no sólo los textos, también conservaran su forma de transmitir el conocimiento, -de manera oral de maestro a alumno- los libros en sí sólo sirven de guía como una extensión de la memoria, pero no como receta.
La muerte es algo que nos atañe y nos corresponde entender, acercarnos a ella y a su conocimiento puede enriquecer nuestra vida. Es fácil desconectarnos de esta verdad, mientras la vida continúa; nos alejamos de algo tan certero e importante creando una barrera ilusoria en un mundo fantástico. Los conceptos humano nos apartan de la realidad terrena-trascendental, de los principios que operan en este planeta. Los escritores y seguidores del Bardo conocían muy bien estos velos de realidades, y entendieron lo fundamental que representa develarlos.
La comprensión del Bardo -la muerte- como esencia y remedio del conocimiento, aparta a sus adeptos de las sufridas creencias, los adentra en la comprensión pura del hombre que se vuelve consciente de su posición evolutiva, y de los obstáculos personales que hay que superar rompiendo egos.
Como en muchas doctrinas, la muerte desarma las herramientas del ego, para dejar al ser desnudo y sin personalidad, es ahí donde se puede entender que hay detrás de la ilusión.
En el Libro Tibetano de los muertos “Bardo Thodol” se describen 3 etapas llamadas Bardos y se clarifican 3 estados mentales en la transición de este camino. En cada Bardo se presenta un reto que permitirá cruzar al siguiente Bardo y así completar la transición a casa. El Maestro indica al viajero en dónde se encuentra y lo ubica en su presente, le hace recordar su mortalidad. Con este recuerdo podrá entender que hay que dejar el mundo de los vivos permitiéndole fluir sin sus posesiones y apegos, para alcanzar las puertas del otro mundo donde su nombre y su personalidad no sirven de nada. Los Tibetanos describen a su modo esto en su libro de los muertos, vale la pena revisar el texto y analizarlo. El Bardo Thodol puede leerse en esta página:
http://www.zazen.es/libros/libro%20tibetano%20de%20los%20muertos.pdf
La Muerte ha representado en muchas culturas el sentido de la existencia, recordar su constante presencia y poder entender así la vida como algo pasajero, ha sido intención y esfuerzo de muchos. Idolatrada en festividades y personaje principal en distintas disciplinas, sentido supremo en la sutileza del día a día en ejercicios que permiten entender que todo nace y muere en la consecuencia sublime del tiempo. Todos, en ocasiones particulares hemos sentido la presencia de la muerte. La latente y constante presencia en alguna de sus diferentes manifestaciones, su mutable sentido afecta nuestra psique mas seguido de lo que imaginamos. Perenne como fortaleza de principio y fin, es ella la que puede transformar la vida, aliada del hombre que desea cambiar.
La Muerte está presente en esta realidad; no es difícil presenciar su aparición y sus manifestaciones: un oscuro miedo palpita en nuestro ser, miedo a uno mismo y al encuentro con ella o con algún ser inmaterial que se manifieste en nuestra “realidad”. Ese mundo efímero que esta contactado con el nuestro, lo hemos negado pero se aparece para recordarnos que existe mucho más de lo que nuestros ojos ordinariamente ven.
Un mundo tan complejo y amplio como el nuestro, que esconde todo tipo de manifestaciones de diversos seres… ese mundo como todo en el universo tiene un sentido en la evolución y por lo tanto nos corresponde.
¿Por qué no puede ser fascinante la muerte para nosotros? ¿convertirse en una arte? ¿qué secretos existen en nuestra mente que desatan un miedo incontrolable? ¿existen seres que dominan estos miedos, y que cultivan la cultura del terror y el sufrimiento? ¿qué se puede hacer cuando uno de estos seres atenta contra nuestra libertad energética? ¿Se pueden ver?
Continuará.....