Las constantes de la física deberían de ser, como su nombre indica, inmutables. Sin embargo, recientes descubrimientos, podrían sacudir las bases de esta ciencia. De forma inexplicada, la radioactividad de algunos elementos en laboratorios está siendo influenciada por actividad al interior del Sol a 93 millones de millas de distancia. Además, al parecer el inesperado efecto está siendo provocado por una partícula hasta ahora desconocida.
Actualmente se enseña que el ritmo al cual decae un material radioactivo es constante. En este concepto se sustenta el uso del carbono 14 para medir la edad de antiguos artefactos o es usado para determinar la dosis apropiada de radiación de un paciente que tiene cáncer.
El profesor de la Universidad de Purdue, Ephraim Fischbach, estaba investigando la decadencia radioactiva de varios isótopos como una posible fuente de números aleatorios generados sin influencia humana (una masa de cesio-137 radioactivo, por ejemplo, puede deacaer a un ritmo estable, pero átomos individuales decaen a un ritmo impredecible, bajo un patrón aleatorio).
Al investigar los datos de isótopos específicos encontraron que los ritmos a los que emiten energía (por la desintegración de núcelos inestables) estaban en desacuerdo con las constantes físicas. Aún más, notaron que en la observación a largo plazo del silicio-32 y el radiio-226 habían variaciones conforme a la estación del año, la desintegración o decadencia de los núcleos de estos átomos era un poco más rápida en invierno que en verano.
Aunque en un principio se creía que esta observación debía de ser un error generado por los instrumentos de medición, el Sol reveló una pista clave cuando en diciembre 13 de 2008 envió una corriente de partículas y radiación a la Tierra. El ingeniero de Purdue, Jere Jenkins, notó que el ritmo de desintegración del núcleo del manganesio-54, un isótopo de corta vida, disminuyó un poco durante la tormenta de plasma del Sol, una disminución que inició un día antes de la tormenta solar (esta relacón entre las llamaradas del sol y el ritmo de desintegración radioactiva podría ayudar a predecir tormentas solares e impedir daños a sistemas eléctricos).
La primera impresión de los científicos de Stanford y de Purdue que analizaron este fenómeno fue que debía de tratarse de neutrinos solares, partículas casi sin ninguna masa, con carga eléctrica y que viajan a casi la velocidad de la luz sin interactuar prácticamente con la materia.
La teoría de los neutrinos fue apuntalada por el hecho de que la alteración en el ritmo de radioactividad está en sincronía con la órbita elíptica de la Tierra, lo que sugiere que esto sucede cuando, al estar más cerca el Sol, existe una mayor cantidad de neutrinos haciendo contacto con nuestro planeta.
Los investigadores hallaron un patron recurrente de 33 días, una sorpresa considerando que la mayoría de las observaciones solares muestran un patron de 28 días, que se debe a que esto es lo que tarda el sol en rotar en su superficie. El patrón de 33 días se debe evidentemente a que el núcleo del sol tarda más en rotar que la superficie que vemos.
Si la partícula misteriosa no es un neutrino, podría ser una partícula desconocida emitida por el Sol que tiene este efecto, algo que sería aún más incredible, señalan los científicos.
Otra posibilidad que surge de esta interacción invisible entre el núcleo del Sol y los núcleos de las partículas en la Tierra es que las partículas estém en estado de entrelazamiento cuántico, y que de esta forma respondan a los cambios que suceden a distancia. Estrictamente todas las partículas alguna vez estuvieron juntas –en el núcleo de estrellas y antes en la singularidad que ocasionó la expansión del universo- por lo cual existe la posibilidad de que haya un efecto de entrelazamiento cuántico, algo que podría ser más notable entre partículas radioactivas de un mismo sistema solar.
De cualquier forma este descubrimiento muestra que una energía desconocida que se genera al interior del Sol es capaz de transformar la materia en la Tierra, como a través de un puente alquímico interplanetario. Lo que nos hace preguntarnos ¿es posible que el Sol propicie una mutación a nivel elemental que pueda tener un efecto tangible sobre los seres vivos, tal vez generando hasta una mutación genetica colectiva? Y, ¿qué sucederá con el máximo solar que empieza el año que entra, según la NASA, y que culmina en el 2013 con esperadas poderosas tormentas?
Vía Science Daily