Como si tratara de rediseñar sensaciones visuales arquetípicas, recurriendo a escenarios acuáticos y zapatos de tacón de colores clásicos, la fotógrafa candiense Jill Greenberg presenta una obra que transmuta la elegancia del nado sincronizado en paisajes de psiocdelia sensual. Geometría imperfecta, bikinis púrpuras, luz solar filtrada a través del agua en movimiento dotada de cloro, cuerpos flotando revitalizados, desnudez revestida, todos ellos son elementos que emanan de la serie Glass Ceilings in a Floating World.
Pocas obras fotográficas logran tal coexistencia armónica entre sensaciones encontradas, incluso distantes. Por un lado es dificl no dejarte envolver por una cierta ligeresa que te induce a un estado de relajación casí onírica. Pero a la vez las imágenes son provocativas y altamente intrigantes, como si quisieras ver más allá del techo que ahora es un espejo y que parece prometerte deliciosas sopresas si te decides a cruzarlo. Liviandad erótica, sexualidad vintage, transparencia conjugada a través de una hipnósis auto replicante, el tornasol se condensa y se viste de tacón, todo esto en esta inolvidable serie fotográfica en la que el mundo flota y todos somos parte de una sensible coreografía.