El profesor Ted Kaptchuk dividió a 80 pacientes que padecen síndrome del intestino irritable en dos grupos: uno que no recibió ningún tratamiento y otro que tomó una pastilla de placebo dos veces al día, a sabiendas que estaba tomando una pastilla con una sustancia inerte, como pastillas de ázucar. Estas pastillas de placebo ya habían logrado resultados en pruebas en las que los pacientes de este síndrome no sabían que estaban tomando placebo, en lo que se cree son lo efectos autocurativos de la mente-cuerpo.
Las pastillas, dice Kaptchuk, incluso tenían impreso la palabra 'placebo' y se les dijo a los pacientes que no tenían que creer en el efecto placebo, sólo tomar las pastillas.
Los resultados mostraron que las pastillas de placebo fueron más efectivas en aliviar los síntomas en comparación con no recibir ningún tratamiento. Los pacientes mostaron mejoras a la mitad y al final de las pruebas. Casi el doble de los pacientes que recibieron placebos mejoraron a diferencia de los que no recibieron ningún tratatmiento. Aún más notable es que los pacientes que recibieron placebos duplicaron su promedio de mejora al logrado con medicamentos para tratar el síndrome de intestino irritable.
La efectividad del placebo autoconsciente abre la puerta a un tratamiento de placebo sin los problemas éticos que supone engañar a un paciente al darle una sustancia sin ingredientes activos que de todas formas funciona. Un estudio del British Medical Journal encontró que aunque son pocos los doctores que usan pastillas de placebo o inyecciones, casi la mitad de los doctores prescriben tratamientos que consideran no tienen efectos científicos en los pacientes pero que son usados efectivamente como placebos (una forma de canalizar la autocuración).
Este estudio además sugiere que no sólo el pensamiento positivo tiene efectos en la salud, sino también el ritual médico rinde beneficios, como si una pastilla en blanco pudiera ser programada solamente por la intención -como un vehículo- de los pacientes que sabiendo que es un placebo, aún así quieren curarse y logran hacerlo a través de un agente externo o interfaz en el que proyectan sus deseos. El poder delritual es algo que merece ser estudiado, el hecho de repetir un acto con constancia, de ejercer una disciplina, es una forma de programar al organismo: en este caso el programa que se consume sería curarse de una enfermedad. Es posible llevar el placebo -con cierta frescura mágica- a la vida cotidiana y autoprogramarse para diferentes actividades o proyectos, como demuestra este estudio, lo único necesario probablemente sea un ritual.
Vía The Guardian