Pero la verdadera razón por la que podríamos cuestionar a estas personas que caen en el espejismo del marketing, sin entrar en un análisis socioneurológico, es que trabajan inconscientemente para las marcas, se convierten en publicidad ambulante, han introyectado su personalidad como un producto. Sí, seguramente para muchas de estas personas usar el nombre de una marca no es algo tan importante, pero precisamente por eso existe una inconsciencia que podría ser llamada, un poco agresivamente, "estúpida", al menos "banalmente aquiescente": es lo mismo que decir, no me importa que estas grandes corporaciones sean los voceros de mi planeta, confío en ellos para marcar tendencias, para influir a las personas, para que decidan a dónde debemos de ir. Puedo vivir en un mundo saturado de contaminación visual, no me importa que el cielo esté lleno de marcas, les confío mi identidad.