William Gibson: ¿Es Google una entidad que teje el futuro?

William Gibson, innegablemente una de las mentes más brillantes del género literario conocido como ciencia ficción, participa como editorialista del diario New York Times. Gibson es autor, entre otras muchas obras, de Neuromancer, una profética novela de culto que inspiró a creación de obras posteriores y películas como la trilogía de Matrix. Y una semana antes del lanzamiento de su nuevo libro, Zero, ha dedicado su columna a hablar sobre Google.

El genial científico de la ficción arranca su editorial citando al director ejecutivo de Google, Eric Schmidt, cuando en una reciente y controvertida entrevista declaró: “Yo creo que la mayoría de gente no quiere que Google sea quien conteste a sus preguntas. La gente realmente desea es que Google les diga lo que deben de hacer”.

¿Pero realmente deseamos que Google nos diga lo que debemos de hacer? De acuerdo a Gibson la respuesta es afirmativa aunque con algunos matices:

La ciencia ficción nunca se imaginó a Google, pero si se imaginó computadoras que nos aconsejarían que hacer. Hal 9000 en “2001: A Space Odyssey”, siempre vendrá a la mente, su aviso, suponemos, eminentemente confíable –antes de que fallara su sistema. Pero HAL era una entidad discreta, un genio en una botella, algo que imaginabamos nos pertenecía o se nos había asignado. Google es una entidad distribuida, una membrana bidireccional, una herramienta que cambia el juego en el orden del equitativo machete de osbidiana con el que cortamos nuestro camino a través del más denso follaje de información. Google es todo esto y una corporación demasiado grande y poderosa para arrancar.

Todavía no le tomamos la medida a Google. Nunca hemos visto algo parecido y ya percibimos buena parte de nuestro a través de sus “gogles”. A todos nos gustaría mucho ser aconsejados fidedigna y sagazmente por nuestro propio geniecillo. Nos gustaría que el geniecillo hiciera el mundo más navegable y transparente. Google hace eso para nosotros_ hace que todo sea accessible para todos, y todos accesibles para el mundo. Pero vemos a todos viéndonos, y culpamos a Google.

Google no es nuestro. Lo que se siente confuso, porque somos sus proveedores de contenido no pagados, de alguna u otra forma. Generamos producto para Google, cada búsqueda es una contribución minuscule. Googles está como hecho de nosotros, una especie de arrecife de coral de mentes humana y sus prpductos. Y todavía nos detenemos ante la aseveración del Sr. Schmidt de que queremos que Google nos diga qué hacer. ¿Está diciendo que cuando buscamos recomendaciones para cenar, en cambio Google nos podría recomendar una película ? Si nuestro genio nos recomendara una película, me imagino, iríamos intrigados.. Si Google hiciera eso, me imagino, nos frenaríamos y luego iniciaríamos nuestra siguiente búsqueda.

Nunca nos imaginamos que la inteligencia artificial sería así. Imaginamos entidades discretas. Genios. Tampoco imaginabamos (pese a amplia evidencia) que las tecnologías emergentes tendrían legislación en el polvo, pero la tienen. En un mundo caracterizado por el cambio impulsado por la tecnología, necesariamente legislamos después del hecho, perpetuamente luchando para ponernos al corriente, mientras las arquitecturas centrales del futuro, cada vez más, son erigidadas por entidades como Google.

El ciberespacio, no hace mucho, era un otro-lado específico, uno que visitabamos periódicamente, asomándonos desde un mundo físico familiar. Ahora el ciberespacio sea ha extravasado. Se ha volteado de adentro hacia afuera. Colonizado lo físico. Haciendo a Google la estructura central en evolución pero no solo de la arquitectura del ciberespacio, también del mundo.

Este es el tipo de cosa que los antiguos estados nación hacían antes. Pero los estados nación no eran órganos de percepción humana. Tenían sus muchos ojos, ciertamente, pero no constituían el ojo único de toda la especie humana.

El panopticó de la prisión de Jeremy Bentham es una metáfora perenne en las discusiones de la vigilancia digital y la minería de datos, pero no le queda del todo a una entidad como Google. El ojo que todo lo ve de Bentham mira desde un punto de vista central, la mirada del guardia victoriano. En Google somos al mismo tiempo los vigilados y las células individuales de la retina de los vigilantes, no obstante de que seamos millones de nosotros, constantemente ,aunque inconscientemente, participamos. Somos parte de un superestado post-nacional , post-geográfico, uno que cómodamente le dice no a China. O sí, dependiendo en sus consideraciones de ganancias y en su estrategia. Pero no participamos en Google a ese nivel.

Mucha de la discussion del la entrevista del Sr. Schmidt se centró en otro comentario: su sugerencia de que a los jóvenes que catastróficamente exponen sus vidas privadas vía redes sociales se les podría otorgar una cambio de nombre y una identidad fresca de adultos. Esto, interesantemente, es una cuestión donde Google deja caer fichas sociales donde sea, para que sean ordenadas por legisladores lo mejor que puedan, mientras continua estableciéndose una nueva arquitectura mundial a su ritmo.

Si Google estuviera suficientemente preocupado sobre esto, tal vez la compañía debería de emitir identidades de prueba a los niños en su nacimiento, eliminándolas en la adultez. Uno podría escoger conectrase con la identidad de adulto y cambiar la identidad infantile, o no. La infancia, siendo notablemente sospechosa en un curriculum, daría lugar a una industria de proveedores de adolescencias falsas, retro insertadas por buenas cantidades de dinero, y dando empleo a una buena cantidad de escritores de ficción. Así que al menos habría algo bueno en esto.

Para estar seguros, no considero esta una idea muy realística, sin embargo el prospecto de millones de personas viviendo sis vidas en programas de protección a testigos, prisioneros de sus propios desfortunios juveniles, apela a mis glándulas kafkianas de novelista. Tampoco me da mucha tranquilidad la idea de que tendríamos que confíar en Google para que no vincule la vida del sobrio adulto con el salvaje joven, algo que el buscador, seguramente, maniobrando ya inimaginables herramientas de transparencia, podría hacer y haría.

Me imaginó que aquellos que son indiscretos en la Red continuarán sacándole provecho, mientras que cookies más aptas , embolsándose emails falsos(nyms) y cascadas de proxies (como ya hacen las cookies más aptas), avanzarán holgadamente a un futuro aún más googleable, uno en el que Google, en un nivel mayor del que ya lo hace, nos ayudará a decidir qué haremos después.

Open ed de William Gibson en el NY Times

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