La historia humana y en general de las cosas como las conocemos es producto de un fino y permanente entrelazamiento, causalmente azaroso, que va modelando el tiempo presente. Y nuestra actual configuración genética no es una excepción, ya que manifiesta en su diseño la influencia de incontables factores. Pero más allá de esta verdad, parece que el ADN humano ha sido significativamente alterado por la presencia de virus que han tomado por asalto nuestro genoma y modificado la interacción entre nuestros genes y las células madre del embrión humano.
Esta teoría fue por primera vez expuesta en la década de los cincuenta por Bárbara McClintock, quien postulaba que secuencias de material genético, como los virus, pueden reescribir los elementos que regulan a los genes.
Hoy, más de cinco décadas después, con la ayuda de nuevas tecnologías secuenciales un grupo de científicos parece haber confirmado la hipótesis de McClintok, comprobando recientemente que existen tipos específicos de virus que se insertaron dentro del genoma humano hace millones de años modificando radicalmente la red de regulación genética en nuestras células madre.
Pero además de esta relevante confirmación, dicho estudio ha demostrado, mediante la comparación de los genomas de una persona y un ratón, que los puntos de convergencia entre los factores que regulan los genes manifiestan un constante movimiento entre ambas especies, lo que implica que dichas secuencias de ADN están insertas en una clase que se conoce como transportable, ya que muestran la habilidad para desplazarse a distintos puntos del genoma. Y precisamente estos elementos dinámicos son considerados como remanentes evolutivos de genomas virales. En síntesis, estos organismos externos que han tomado por asalto nuestro código genético juegan un papel prominente en la evolución humana.