Loeb había estado buscando un químico que hiciera que los peces emergieran a la superficie donde podrían ser fácilmente identificados, seleccionados y estudiados, y que a la vez no fuera letal. La idea era que la sustancia psicodélica perturbara el comportamiento de los peces haciéndolos surgir dentro de sus alucinaciones, relajando su guardia biológica (¿qué habrán alucinado los peces de Loeb? ¿peces eléctricos de colores o sirenas fractales con pubis de algas?).
El biólogo probó el químico inventado por Albert Hofmann en peces siameses de pelea con éxito: los peces flotaban por horas en estupor en la superficie acuática y luego regresaban a su conducta normal. Según un artículo en el archivo de la revista Sports Illustrated, en 1963 Loeb estaba entusiasmado con las posibilidades que tenía el LSD para facilitar la pesca comercial, pero faltaba probar los efectos de este psicodélico en la vegetación y en el ecosistema. En 1966 se prohibió el LSD y con esto todos los estudios científicos (sólo la CIA y otras agencias secretas seguirían experimentando). Evidentemente no es una muy buena idea llenar los lagos de LSD, al menos de que estés en un rave y quieras ver si en una de esas se hace la orgía (o una pesadilla psicótica): seguramente el comportamiento de los peces y de las plantas se vería trastornado por esta poderosa sustancia cuya uso fundamental es la psicoterapia.
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