Portugal y su exitosa descriminalización de las drogas

Se podría considerar que hoy estamos viviendo el clímax del narcotráfico y de sus efectos, es decir el punto máximo en la historia humana en cuanto a la cantidad de droga que circula alrededor del mundo, la cantidad de dinero que se factura a partir de esta actividad, la cantidad de muertes que se registran en torno al crimen organizado, y a la relevancia geopolítica y financiera que este fenómeno ha adquirido.

Frente a este escenario existen diversas posturas. Hay quienes abogan por proseguir con las “estrategias” actuales de combate al narcotráfico, otros apuntan a instalar un estado de guerra (como si no lo hubieran ya instalado los narcotraficantes) para someter al crimen organizado, y hay también quienes proponen, ante la nula muestra de resultados con los modelos que se han probado hasta ahora, dar un giro radical a nuestra concepción sobre este problema y a nuestra manera de hacerle frente: la legalización de las substancias conocidas como “drogas ilegales”.

Pero más allá de caer en el intercambio de discursos polémicos o de argumentos ambivalentes, sería prudente analizar las dos perspectivas a partir de referencias tangibles. Afortunadamente, gracias a casos como el de Portugal, hoy podemos contratar la efectividad, o su ausencia, entre las dos corrientes básicas de lucha antinarco: legalizar o “endurecer” la coerción.

En cuanto a la actual lucha antinarco no profundizaremos en estadísticas o análisis complejos, ya que para nadie es un secreto que este combate se ha ido perdiendo en forma gradual en prácticamente todos los frentes. Para confirmarlo basta rondar un par de horas la prensa mundial y constatar que las miles de muertes generadas anualmente alrededor de este fenómeno en países de “tránsito” como es el caso de México, o las cifras de dinero que genera esta actividad en el mercado estadounidense o el aumento del consumo en ciudades europeas, y finalmente la intensificación de la violencia también en países productores como algunos de Sudamérica, o del medio oriente como Afganistán.

Más bien enfatizaremos en el caso de Portugal, al cual desafortunadamente la prensa mainstream no le presta la atención que debería. Este país decidió en 2001, como respuesta al aumento de muertes ligadas al consumo de diversos estupefacientes sobre todo entre la población juvenil, legalizar la posesión y consumo de varias substancias, entre ellas la marihuana, cocaína, y heroína, con una estrategia enfocada en una discriminalización acompañada de tratamientos y rehabilitación, como medida “sanadora” y con campañas de educación, como medida preventiva.

Cuando el gobierno portugués implementó esta nueva legislación en torno al consumo de drogas las mayores críticas que se le hicieron radicaban en el supuesto hecho de que los niveles de consumo se elevarían hasta el cielo, estilo Lucy in the Sky with Diamonds, y que Portugal terminaría por ser un paraíso para adictos de todo el mundo que viajarían, jeringa en mano, a consumir su cuerpo físico y fulminar su vida. Y a pesar de que estos eran argumentos un tanto rudimentarios, lo cierto es que nadie podía negarlos con certeza hasta el momento en que se pudiera evaluar, con cifras, el resultado de la medida.

Hoy, a nueve años de que entró en vigor la nueva legislación portuguesa, los números no mienten. De acuerdo con un detallado reporte elaborado en 2009 por el CATO Institute, organización estadounidense dedicada a la investigación de políticas públicas, titulado “Drug Decriminalization in Portugal: Lessons for Creating Fair and Successful Drug Policies”, la estrategia legal adoptada por este país en 2001 como recurso para combatir el alto consumo de drogas, puede calificarse sin duda como exitoso, esto en caso de considerarse como un caso aislado, y si se compara con los miserables resultados obtenidos por otras naciones que han optado por otras estrategias, entonces podríamos hablar de que el caso portugués es incluso épico.

En el periodo correspondiente a 2001-2006, es decir los primeros cinco años tras la descriminalización de las drogas, el consumo de estas substancias en la población estudiantil se redujo notablemente, en muchos casos, como el de la cocaína, el LSD, y el ecstasy, a menos de la mitad, mientras que también hubo bajas significativas en el consumo de marihuana y heroína. Lo que, entre otras cosas, nos habla de que la educación puede más que la coerción. Curiosamente los encarcelamientos por faltas ligadas a los estupefacientes descendió drásticamente. En el caso de los consumidores, evidentemente, se fue a cero. En el caso de traficantes, si bien el número de enjuiciados se mantuvo hasta 2003, a partir de 2004 este tipo de actividad dejó de florecer y con ello se fue extinguiendo el mercado. En este sentido no sólo se disminuyó el consumo y se aumento la educación temática, sino que el gobierno gasta menos de la mitad de recursos en trámites legales, administrativos, y carcelarios, que en 2001.

Entre otros datos favorables para la estrategia portuguesa se encuentra una disminución en casos de VIH, por contagio a través de agujas utilizadas para consumir heroína y otras drogas, con una baja de un 75%, mientras que el número de sobredosis registradas en la calle disminuyó en un 40%, así como las muertes relacionadas, en general, con el tráfico o consumo de estupefacientes que bajó alrededor de un 60%. También, y a pesar de que ahora se realiza casi el doble de exámenes toxicológicos que se realizaban en 2001, las personas que daban positivo en el consumo de alguna substancia ilegal ha disminuido notoriamente.

Pero estas cifras se revelan aún más exitosas si son comparadas con las tendencias generales de consumo en el resto de Europa, o del mundo. Además, el caso portugués destaca en especial ya que sus labores de concienciación y campañas educativas han permitido que muchos consumidores o incluso adictos dejen las substancias. Gracias a ello Portugal se ubica entre los países con menor prevalencia de sus consumidores de cocaína, que ocupa el sexto lugar de la Unión Europea con sólo un 0.9% de sus adictos que permanecen consumiendo a lo largo de toda su vida, en comparación con un 6.1 del Reino Unido, y en cuanto a marihuana se ubican en un séptimo lugar, sólo detrás de países como Suecia, Finlandia, e Islandia, con un 17%, comparado con un 45% de la República Checa.

Para finalizar este artículo, me gustaría agradecer a Portugal el que nos haya dado la posibilidad de medir, de acuerdo a una referencia concreta y a una experiencia fáctica, el nivel de ineptitud e ineficacia que han demostrado estrategias de combate al narcotráfico como la de México, estados Unidos, y decenas de otros países alrededor del mundo que parecen utilizar el tema sólo como parte de un discurso intra bélico que difícilmente aspira a lograr una mínima probabilidad de éxito. Y mientras tanto, las matanzas, extorsiones, la inconciencia, y el consumo no regulado, prevalecen, implicando un costo político, económico, y social, del que seguramente tardaremos muchos años en recuperarnos.

 

Descargar informe completo "Drug Decriminalization in Portugal:Lessons for Creating Fair and Successful Drug Policies”

© 2017 - pijamasurf.com Todos los derechos reservados